Domingo de Ramos                                                      25  de  marzo  del 2018

La Pasión de Mateo 26, 17 hasta 27, 54.

R.: El primer día de los Ácimos los discípulos se acercaron y le preguntaron:

O.: ¿Dónde  quieres que te preparemos la cena de la Pascua?

R.: Él contestó:

J.: Id a la ciudad, allí encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua. Seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Os enseñará una sala grande en el piso de arriba arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.

R.: Los discípulos cumplieron sus instrucciones y prepararon la cena de la Pascua.

……………..

R.: Caída la tarde, se puso a la mesa con los doce. Mientras comían, dijo:

J.: Os aseguro que hoy uno de vosotros me va a entregar.

R.: Ellos consternados, empezaron a replicarle uno tras otro:

O.: “¿Acaso soy yo Señor?” “¿Soy yo quizá?” “Maestro, ¿seré yo?”

R.: Respondió él:

J.: Uno que ha bebido en la misma fuente que yo me va a entregar. El Hombre se va como está escrito; pero, ¡ay de ése que va a entregar al Hombre! Más le valdría no haber nacido.

R.: Entonces reaccionó Judas, el que lo iba a entregar, diciéndole:

O.: ¿Acaso soy yo Rabí?

R.: Jesús le respondió:

J.: Tú lo has dicho.

……………..

R.: Durante la cena, mientras comían, Jesús cogió un pan, pronunció una bendición y lo partió; luego lo dio a sus discípulos diciendo:

TODOS: TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL PORQUE ESTO ES MI CUERPO QUE SE ENTREGA POR VOSOTROS

R.: Y cogiendo una copa, pronunció una acción de gracias y se la pasó diciendo.

TODOS: TOMAD Y BEDED TODOS DE ÉL, PORQUE ESTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE; SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA QUE SE DERRAMA POR TODOS LOS HOMBRES Y MUJERES PARA SU TOTAL LIBERACIÓN.

HACED ESTO EN MEMORIA MÍA

J.: Porque os digo que ya no beberé más de este producto de la vid hasta que llegue el día en que lo beba entre vosotros, pero nuevo, estando yo en el reino de mi Padre.

……………..

R.: Y después de cenar salieron para el Monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo:

J.: Esta misma noche me vais a fallar todos porque está escrito: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño “. Pero cuando resucite iré por delante de vosotros a Galilea.

R.: Le repuso Pedro:

O.: Aunque todos fallen a causa de ti, yo jamás fallaré.

R.: Jesús le dijo:

J.: Te aseguro que esta noche, antes de que el gallo cante, renegarás de mí tres veces.

R.: Pedro replicó:

O.: Aunque tenga que morir contigo, jamás renegaré de ti.

R.: Y los demás discípulos dijeron lo mismo. Entonces se acercó Jesús con sus discípulos a un huerto, que llamaban Getsemaní y les dijo:

J.: Sentaos aquí; mientras yo me voy a orar.

R.: Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, dejó ver su tristeza y su angustia. Entonces dijo:

J.: Me muero de tristeza. Quedaos aquí y manteneos despiertos conmigo.

R.: Adelantándose un poco cayó rostro en tierra y se puso a orar diciendo:

J.: Padre mío si es posible, que se aleje de mí este trago. Sin embargo, No se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.

R.: En un momento determinado Jesús se acercó a los discípulos y los encontró dormidos; entonces dijo a Pedro:

J.: ¿Así que no habéis podido manteneros despiertos conmigo ni una hora? Manteneos despiertos y pedid no ceder a la tentación; el espíritu es animoso, pero la carne es débil.

R.: Se apartó por segunda vez y oró diciendo:

J.: Padre mío, si no es posible que yo deje de pasarlo, realícese tu designio.

R.: Al volver los encontró otra vez dormidos, porque los ojos no se les mantenían abiertos. Los dejó, se alejó de nuevo y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Al final se acercó a los discípulos y les dijo:

J.: ¿Así que durmiendo y descansando?  Mirad,  está cerca el momento de que el Hombre sea entregado en las manos de los hombres. ¡Levantaos, vamos! Está cerca el que me entrega.

……………..

R.: Aún estaba hablando cuando, de pronto, llegó Judas, uno de los doce, y con  él una gran multitud con machetes y palos, mandada por los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo. El  traidor les había dicho: “Al que yo bese, ese es; detenedlo”. Entonces se acercó a Jesús y le dijo:

O.: Salud, Rabí.

R.: Y lo besó con insistencia. Pero Jesús le contestó:

J.: Amigo, ¿a qué has venido?

R.: Entonces se acercaron a Jesús, le echaron  mano y lo detuvieron. Uno de los que estaban con él, sacó su machete y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote.

R.: Jesús le dijo:

J.: Vuelve el machete a su sitio, que el que a hierro mata a hierro muere. ¿Piensas que no puedo acudir a mi Padre? Él pondría a mi lado ahora mismo más de doce legiones de ángeles. Pero, ¿cómo se cumplirá entonces la Escritura, que dice que esto tiene que pasar?

R.: En aquel momento dijo Jesús a las multitudes:

J.: ¡Con machetes y palos habéis venido a prenderme, como si fuera un bandido! Sin embargo, a diario me sentaba con vosotros en el templo a enseñar y no me detuvisteis.

R.: Cuando lo detuvieron, los discípulos le abandonaron y huyeron. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas.

Los que detuvieron a Jesús lo condujeron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde ya se habían congregado los letrados y los senadores. Pedro, que lo fue siguiendo de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote, entró dentro y se sentó con los guardias para seguir los acontecimientos.

Los sumos sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte, pero no lo encontraban a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente comparecieron dos, que declararon:

O.: Éste hombre ha dicho que puede echar abajo el templo de Dios y reconstruirlo en tres días.

R.: El sumo sacerdote se puso en pie y le preguntó:

O.: ¿No tienes nada que responder? ¿Qué significan estos cargos en tu contra?

R.: Jesús siguió callado. El sumo sacerdote le dijo entonces:

O.: Te conjuro por  el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el hijo de Dios.

R.: Jesús le respondió:

J.: Tú lo has dicho. Y además os digo esto: Desde ahora vais a ver al Hombre sentado a la derecha del Poder y llegar sobre las nubes del cielo.

R.: El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo:

O.: Ha blasfemado, ¿qué falta hacen más testigos? Acabáis de oír la blasfemia, ¿qué decidís?

TODOS: ¡Crucifícalo!

R.: Entonces le escupieron a la cara y lo golpearon, otros le daban bofetadas diciendo:

O.: Adivina, Mesías, ¿quién te ha pegado?

……………..

R.: Pedro estaba sentado fuera, en el patio; se le acercó una criada y le dijo:

O.: “También tú andabas con el galileo”.

R.: Él lo negó  delante de todos diciendo:

O.: “No sé  qué dices”.

R.: Al salir del portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí:

O.: Este estaba con Jesús el nazareno.

R.: Otra vez lo negó, jurándolo.

O.: “No sé quién es ese hombre”.

R.: Al poco rato se acercaron los que estaban allí y le dijeron:

O.: “Tú también eres de ellos, seguro; se te nota en el habla”.

R.: Entonces Pedro se puso a echar maldiciones y a jurar:

O.: “¡No sé quién es ese hombre!”.

R.: Y enseguida cantó un gallo (breve silencio). Pedro se acordó de las palabras de Jesús. “Antes de que cante el gallo renegarás de mi tres veces”. Y saliendo fuera lloró amargamente.

……………..

R.: Al amanecer, los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo llegaron a un acuerdo para condenar a muerte a Jesús. Lo ataron, lo condujeron a Pilatos, el gobernador, y se lo entregaron. Pilatos lo interrogó:

O.: ¿Tú eres el rey de los judíos?

R.: Jesús declaró:

J.: Tú lo estás diciendo.

R.: Mientras duró la acusación de los sumos sacerdotes y los senadores, no replicó nada. Entonces le preguntó Pilatos:

O.: ¿No oyes cuantos cargos presentan contra ti?

R.: No le contestó a un sola pregunta, de suerte que Pilatos estaba muy extrañado.

Por la fiesta acostumbraba el gobernador a soltar un preso, el que la multitud quisiera. Tenía entonces un preso famoso, Barrabás. Pilatos preguntó a la gente congregada:

O.: ¿A quién queréis que os suelte, a Jesús Barrabás o a Jesús a quien llaman el Mesías?

R.: Esto lo dijo porque sabía que se lo habían entregado por envidia. Por otra parte, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le había mandado recado:

O.: “Deja en paz a ese justo, que esta noche he sufrido mucho en sueños por causa suya”.

R.: A pesar de todo, los sumos sacerdotes y los senadores convencieron a las multitudes de que pidieran a Barrabás y muriese Jesús. Así, cuando el gobernador tomó la palabra y dijo:

O.: ¿A cuál de los dos queréis que suelte?

R.: Contestaron ellos:

TODOS: A Barrabás.

R.: Pilatos les preguntó:

O.: Y ¿qué hago con Jesús, a quien  llaman el Mesías?

R.: Contestaron todos:

TODOS: ¡Crucifícalo!

R.: Pilatos repuso:

O.: Pero, ¿qué ha hecho de malo?

R.: Ellos gritaban más y más:

TODOS: ¡Crucifícalo!

R.: Al ver Pilatos que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, pidió agua y se lavó las manos frente a la gente diciendo:

O.: Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!

R.: El pueblo entero contestó:

O: Nosotros y nuestros hijos respondemos de su sangre.

R.: Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús después de mandarlo azotar, lo entregó para que lo crucificaran.

……………..

R.: A continuación, los soldados del gobernador llevaron a Jesús a la residencia. Lo desnudaron y le echaron encima un manto escarlata; después trenzaron una corona de espino, se la pusieron en la cabeza y en la mano derecha una caña. Doblando la rodilla ante él, le decían de burla:

O: ¡Salud rey de los judíos!

R.: Lo escupieron, le quitaron la caña y se pusieron a pegarle en la cabeza. Terminada la burla le quitaron el manto, le pusieron su ropa, lo cargaron con la cruz y se lo llevaron para crucificarlo.

Al salir encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón y lo forzaron a llevar su cruz.

Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir “la Calavera”), lo crucificaron. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación. ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDIOS.

Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se quedaron allí a custodiarlo.

Crucificaron también con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:

O.: ¡Tú que echabas abajo el Templo y lo reconstruías en tres días! Si eres Hijo de Dios, sálvate y baja de la cruz.

R.: Así también los sumos sacerdotes, en compañía de los letrados y los senadores bromeaban:

O.: Ha salvado a otros y él no se puede salvar. ¡Rey de Israel! ¡Que baje ahora de la cruz y creeremos en él! ¡Había puesto en Dios su confianza; si de verdad lo quiere Dios, que lo libre ahora!, ¿no decía que era el Hijo de Dios?

R.: Hasta uno de los bandidos que estaban crucificados con él lo increpaba. El otro le dijo: “¡Calla, ¿no ves que este es un hombre justo?”

A media tarde las tinieblas envolvieron la tierra. Entonces gritó Jesús:

J.: Elí, Elí, lama sabaktani.

R.: Que quiere decir:

J.: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

R.: Al oírlo, algunos de los que estaban allí decían:

O.: A Elías llama éste.

R.: Uno de ellos fue corriendo a coger una esponja. La empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le dio de beber. Los demás decían:

O: Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.

R.: Jesús dio un fuerte grito y exhaló el Espíritu.

……………..

R.: El centurión y los soldados que con él custodiaban a Jesús, viendo el terremoto y las demás señales en el cielo y en la tierra, dijeron:

O: Verdaderamente este era el Hijo de Dios

 

(silencio)