Silencio de Dios. (Cuaresma.1)   9 Marzo 03

Textos

El Dios que todos llevamos,

el Dios que todos hacemos,

el Dios que todos buscamos

y que nunca encontraremos.

Tres dioses o tres personas

del solo Dios verdadero…

Yo he de hacerte, mi Dios, cual tú me hiciste,

y para darte el alma que me diste

en mí te he de crear.

Antonio Machado

El Ausente                                       Octavio Paz

Dios insaciable que mi insomnio alimenta;

Dios sediento que refrescas tu eterna sed en mis lágrimas,

Dios vacío que golpeas mi pecho con un puño de piedra, con un puño de humo,

Dios que me deshabitas,

Dios desierto, peña que mi súplica baña,

Dios que al silencio del hombre que pregunta contestas con un silencio más grande,

Dios hueco, Dios de nada, mi Dios.

Te he buscado, te busco, en la árida vigilia, escarabajo de la razón giratoria: en los sueños henchidos de presagios equívocos y en los torrentes negros que el delirio desata…

Te he buscado, te busco, en la cólera pura de los desesperados, allí donde los hombres se juntan para morir sin ti, entre una maldición y una flor degollada.

No, no estabas en ese rostro roto en mil rostros iguales.

Te he buscado, te busco, entre los restos de la noche en ruinas, en los despojos de la luz que deserta, en el niño mendigo que sueña en el asfalto con arena en olas, junto a perros nocturnos, rostros de niebla y cuchillada  y desiertas pisadas de tacones sonámbulos.

En mí te busco: ¿eres mi rostro en el momento de borrarse, mi nombre que, al decirlo, se dispersa, eres mi desvanecimiento? Dios vacío, Dios sordo, Dios mío, lágrima nuestra, blasfemia, palabra y silencio del hombre, signo del llanto, cifra de sangre, forma terrible de la nada, araña del miedo,  reverso del tiempo, gracia del mundo, secreto indecible, muestra tu faz que aniquila, que al polvo voy, al fuego impuro.

1 Reyes 19, 8-13

Elías caminó durante cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios. Allí se metió en una cueva, donde pasó la noche.

Y el Señor le dirigió la palabra:

-¿Qué haces aquí,  Elías?

Respondió:

-Me consume el celo por el Señor, Dios de los ejércitos, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han destruido tus altares y asesinado a tus profetas; sólo quedo yo, y me buscan para matarme.

El Señor le dijo:

-Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!

Vino un huracán tan violento, que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después el terremoto vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva. Entonces oyó una voz que le decía:

-¿Qué haces aquí Elías?…

Lucas 16, 19-31

Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino y banqueteaba todos los días espléndidamente. Un mendigo llamado Lázaro estaba echado en el portal, cubierto de llagas. Habría querido llenarse el estómago con lo que tiraban de la mesa del rico; más aún, hasta se le acercaban los perros a lamerle las llagas. Se murió el mendigo, y los ángeles lo pusieron a la mesa al lado de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Estando en el abismo, en medio de los tormentos, levantó los ojos, vio de lejos a Abrahán con Lázaro echado a su lado, y gritó:

-Padre Abrahán, ten piedad de mi; manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, que me atormentan estas llamas.

Pero Abrahán le contestó:

-Hijo, recuerda que en vida te tocó a ti lo bueno y a Lázaro lo malo; por eso él ahora encuentra consuelo y tú padeces. Además, entre nosotros y vosotros se abre una sima inmensa; por más que quiera, nadie puede cruzar de aquí para allá ni de allí para acá.

El rico insistió:

-Entonces, padre, por favor, manda a Lázaro a mi casa, porque tengo cinco hermanos: que los prevenga, no sea que acaben también ellos en este lugar de tormento.

Abrahán le contestó:

-Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen.

El rico insistió:

No, no, padre Abrahán; pero si un muerto fuera a verlos, se enmendarían.

Abrahán le replicó:

-Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no le harán caso ni a un muerto que resucite.

ANAFORA                 9 Marzo 03 Silencio de Dios. (Cuaresma.1)

P. Estremecidos por la épica guerrera contra un pueblo crucificado y humillado, desgarrados por la quiebra de las instituciones que habíamos creado para la concordia,   agobiados por el galipote que abrasa nuestros mares  y la fiebre de usura  que esquilma nuestra tierra…nos dirigimos a ti, Dios bueno, al comenzar esta cuaresma, con la voz trémula del salmista que se siente abandonado en el peligro, con la angustia de los discípulos  que ven cómo la barca se va a pique mientras tú duermes tranquilamente en la proa… Nos dirigimos a ti, por si estuvieras dormido, para decirte al oído:

Todos. “¡Dios mío! ¡Dios nuestro! ¿Por qué nos abandonas?

Te gritamos de día y no respondes, de noche y no nos haces caso…

Sálvanos, Señor, que perecemos”.

E1. ¡Recuperad la calma, gente de poca fe! No temáis ni os dejéis dominar por el pánico, porque el Señor no se ha olvidado de su bondad, ni sus entrañas se dejan cerrar por la cólera. No se ha agotado aun su misericordia, ni se ha terminado para siempre su promesa.

Todos. Como  calma que sigue a la tormenta, eres tú. Tú, como la luz  reciente que acompaña al nuevo día. Eres como el gozoso despertar después de la honda pesadilla.

Como la vida que  acaba burlando siempre la muerte, eres tú.

E2. En Jesús de Nazaret  hemos contemplado, como en un espejo, la densidad de tu presencia: a pesar del “secreto mesiánico” todo fue en su vida presencia y gracia: en  él  estabas tú animando la vida del pueblo, desde su palabra y sus gestos tú denunciabas las opresiones del poder.

Todos. Gracias, Padre/Madre, porque “tanto has amado a este  mundo nuestro que nos has entregado a tu propio Hijo”; de sus labios hemos oído, aun en momentos de abandono, que no  vas a dejarnos huérfanos, que vas a seguir con nosotros todos los días hasta la consumación del mundo.

P. Agradecidos por todo esto,  te cantamos: SANTO, SANTO, SANTO.

Todos. Santo eres, en verdad, Señor. El universo entero es una floración de tu riqueza:

tus manos son recientes en la rosa. Todo es presencia y gracia, estás de corazón en cada cosa.

E3. Con el salmista desvelado y siempre en vela, con la angustia del naufrago  pegada a la garganta, con el dolor de todos  los niños que sufren y la injusticia del mundo éste, con el cinismo de todas las guerras preventivas y la violencia sobre la mujer… nos llega, Señor,  una tormenta de dudas sobre tu poder y tu bondad.

E4. ¿No eres tú, Dios nuestro, el Dios que todo lo puede? ¿No eres tú el Dios que todo lo crea como emanación de tu amor inagotable? ¿Por qué te callas ante el clamor profundo de nuestra humanidad? ¿Por qué te quedas mudo ante el grito de los inocentes?

P. Envía ahora  sobre nosotros tu Espíritu, Señor, ese Espíritu que secretamente acompañó la vida de Jesús y que fue testigo elocuente aun en sus momentos de abandono. Que ese mismo Espíritu espese en abundancia de pan y medios de vida nuestra ofrenda y nos disponga a nosotros a celebrar con fe la irrepetible y siempre nueva  Pascua del Señor Jesús.

Él, que en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan…

Todos. Acepta, Padre, con la ofrenda de Jesús, nuestras ganas de romper nuestros silencios y la  decisión que tenemos de abrir los secretos de tu presencia. Abre tus oídos, Señor, a los interrogantes que nos crecen desde el fondo del alma.

E.5 ¿Dónde encontrarte a ti cuando el planeta azul empieza a tener color de muerte, cuando se descongelan los casquetes polares y se agrandan los agujeros en la capa de ozono, cuando están en llamas nuestros bosques y nos escasea ya el agua dulce, cuando el ruido de la ciudad  y la contaminación de aire nos van  matando?

E6. ¿Dónde estás tú cuando la enfermedad y la escasez entran en nuestra casa, cuando nuevos virus y devastadoras hambrunas esquilman continentes enteros, cuando mueren y desaparecen nuestros muertos, cuando no nos llega el corazón para amar a quienes creemos enemigos?

E7. ¿Dónde encontrarte cuando  la mujer es discriminada y violentada, cuando el orgullo y la prepotencia enloquece a los menguados  aprendices de brujos  -los emperadores-, cuando el estruendo de las guerras nos hace perder la paz interior… cuando tú ya no respondes a nuestras llamadas?

Todos: Necesitamos, después de tantas preguntas, hacer un momento de silencio para constatar que tú, Señor,  no te has quedado mudo, ni nos has abandonado, para reconocer que somos “unidades de sentido” en este mundo nuestro, para orar y dar crédito a tus profetas que, con el rey David, nos gritan: “Confiad en el Señor y haced el bien, habitad vuestra tierra y cultivad la felicidad”…

P. …POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL…..