¡VEN… SIN NADA!
Jesús le dijo:
“Si quieres ser un hombre logrado,
vete a vender lo que tienes y dáselo a los pobres, que Dios será tu riqueza; y, anda, sígueme a mí” (Mt 19,21)
Vivía yo en el silencio y me conformaba con pequeñas cosas, con pocas palabras.
Era yo pájaro que se entretenía con cortos vuelos…
Pero llegaste tú: metiste tu viento en mi polvo e hiciste con mi carne un remolino.
Metiste tu soplo en mi cuerpo y has enloquecido mi sangre.
Levantaste en torno a mis alas una tormenta…
Y yo dije: “Mira, Señor, que no quiero contender contigo, no me pongas la mano encima que soy débil.
Tu voz me llegó en el silencio: Te quiero junto a mí, ven sin nada”.
Con rapidez me quité los vestidos y arrojé mis sandalias:
– No vengas así – me respondiste -, ven sin nada.
Me fui a los pobres y les repartí mi hacienda y mi casa:
– Tomadla, tomadla.
– ¿Así, Señor?
– No, así no. Ven sin nada.
Llamé a mis padres y les di mi nombre y su apellido:
– Señor, ¿me quieres así?
– No, así no, te quiero sin nada.
Corrí a los campos e hice una hoguera con todas mis palabras y quemé mis labios y mi lengua con sus ascuas:
– ¿Así, Señor? ¿Me quieres así?
– No, así no, has de venir sin nada.
Entonces repliqué:
– ¿Por qué, Señor, me llevas como a un loco de un lado para otro?
¿Por qué no me dices de una vez qué he de hacer?
Dios atendió mi queja y me dijo:
“Ve a casa del alfarero, que él haga un cántaro con tu barro.
Después ven a mí, que yo lo llenaré de agua, y tú correrás a dar de beber a los que tienen sed,
la derramarás sobre los arrepentidos, bendecirás la tierra seca.
No temas si tu cántaro se rompe, ni te preocupes si se dispersan sus trozos por la superficie de la tierra,
porque entonces te llamará a mí y vendrás como yo te quiero y te bendeciré en mi presencia.»
Y DIJO DIOS
Si nadie te ama, mi alegría es amarte.
Si lloras, estoy deseando consolarte.
Si eres débil, te daré mi fuerza y energía.
Si nadie te necesita, yo te busco.
Si eres inútil, yo no puedo prescindir de ti.
Si estás vacío, mi ternura te colmará.
Si tienes miedo, te llevo sobre mis espaldas.
Si quieres caminar, iré contigo.
Si me llamas, vengo siempre.
Si te pierdes, no duermo hasta encontrarte.
Si estás cansado, soy tu descanso.
Si pecas, soy tu perdón.
Si me hablas, trátame de Tú.
Si me pides, soy don para ti.
Si me necesitas, te digo: estoy aquí, dentro de ti.
Si te resistes, no quiero que hagas nada a la fuerza.
Si estás a oscuras, soy lámpara para tus pasos.
Si tienes hambre, soy pan de vida para ti.
Si eres infiel, yo soy fiel.
Si quieres conversar, yo te escucho siempre.
Si me miras, verás la verdad de tu corazón.
Si estás en prisión, te voy a visitar y liberar.
Si te quiebras, te curo todas las fracturas.
Si te marchas, no quiero que salves las apariencias.
Si piensas que soy tu rival,
yo no quiero quedar por encima de ti.
Si quieres ver mi rostro, mira un flor, una fuente, un niño.
Si estás excluido, soy tu aliado.
Si todos te olvidan, mis entrañas se estremecen recordándote.
Si no tienes a nadie, me tienes a mí.
Si eres silencio, mi palabra habitará tu corazón.
J. F. Moratiel