Eucaristía 9 de Junio de 2019 Por un cielo nuevo y una nueva tierra
1) Música al inicio
2) Introducción
3) Primera lectura
Apocalipsis 21. Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron…. Y oí una fuerte voz que decía: Esta es la morada de Dios con los hombres, y enjugará toda lágrima de sus ojos y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado.
4) Segunda lectura. Cuadernillo Cristianismo y Justicia nº 119- ¿El cielo puede esperar? de Joaquín Menacho:
Jesús nunca habló del Cielo, sino del Reino de los Cielos o su equivalente el reino de Dios. La expresión indica una situación en la que reina Dios y no las mil y una tiranías que someten al ser humano a alienaciones de toda índole. El Reino de Dios es una situación pues de plena reconciliación del hombre consigo mismo, con los demás seres humanos y con su mundo. Los Evangelios, con una potente imagen basada en la praxis de Jesús, hablan de este Reino como de un banquete preparado por Dios y al que son invitados todos y cada uno de los hombres y mujeres. Se trata, pues, de una situación de gozo desbordante en la fraternidad.
El Reino que Jesús anuncia no es un reino puramente espiritual, sino que abarca todo el hombre en sus múltiples dimensiones. No es un cielo solo para el alma, sino para la persona en toda su integridad. Y, como consecuencia de ello, forzosamente no es un cielo solo individual, es social, comunitario, puesto que la persona no sería ella sin aquellos con los que se relaciona, con los que vive, con los que ama. En realidad, nuestro Cielo son los demás.
Ahora bien, un Reino que no es de individuos aislados supone, basándonos en la experiencia, un profundo proceso de reconciliación, una auténtica y radical revolución. Y así, la predicación del Reino de Dios es profundamente revolucionaria y resulta ser un aguijón que reclama constantemente la liberación de las víctimas de cualquier tipo de injusticia. Por eso el Reino de Dios supone la urgencia por transformar nuestro mundo en toda su integración, económica, social y política.
Del testimonio de los Evangelios, podemos inferir que algo muy característico de la predicación de Jesús y a lo que Él mismo dio una gran importancia, es que e l Cielo ya está aquí en la tierra. Parece que este fue el núcleo de su predicación. “El Reino de Dios ya está aquí” Esto es lo que Jesús anunció. Si somos capaces de creer a Jesús ¿no es realmente esto una Buena Noticia, la mejor Noticia que se pueda dar a la Humanidad?
Creer en el Cielo al estilo de Jesús, nos arraiga en nuestra tierra. Y así debemos de bajar la vista de la copa de los grandes y brillantes árboles de nuestro tiempo para mirar en el suelo a la búsqueda de esa semilla que está llena de futuro. Quien busque el Reino que no busque un gran árbol, sino una minúscula semilla. La Utopía no se realiza del todo en nuestra historia. Se trata pues de caminar hacia la Utopía con la esperanza de alcanzarla. Se puede vivir ya ahora en el Cielo, pero como quien camina hacia él. Se puede vivir ya ahora en la solidaridad y la Fraternidad, pero como una Fraternidad no triunfante, sino combativa, porque caminar hacia la fraternidad es vivir la fraternidad posible, es vivir las primicias de la Fraternidad. Preparar un banquete es vivir ya anticipadamente la fiesta.
Y de estas reflexiones, se deduce algo fundamental, el Cielo se ha de esperar porque nuestra historia ha sido y es siempre ambigua, es trigo y cizaña. La utopía no se construye liquidando todo rastro de mal de nuestra historia. La Utopía se construye a través de la reconciliación.
Tenemos trabajo, un sugerente y atractivo trabajo. Vayamos a la tarea.
5) Canción- Pregonad que llega el Reinado de Dios- Pg. 71 (Dos primeras estrofas)
6) Tercera lectura Evangelio Mt 13
7) Introducción al diálogo:
Hemos enfocado esta Celebración, como os decía Pedro al inicio, siguiendo de cerca el interesante ensayo que hace Joaquín Menacho en el n.º 119 de Cristianismo y Justicia (que os invitamos a leer tranquilamente).
Con frecuencia, comentamos en Comunidad siguiendo el mensaje de Jesús, la necesidad de seguir construyendo el Reino de Dios, ese Reino que después le hemos llamado “Cielo”, y que no es otra cosa que una Tierra donde la armonía, la justicia y la fraternidad rijan la convivencia.
Es muy distinta la mirada que tenemos unos u otros. Rescatar una mirada que espera mucho de la vida, del mundo y de los demás nos hará caminar con más firmeza y alegría. Si dejamos de soñar con nuestra meta, acabamos por dejar de caminar. Y si no caminamos, nos dejamos arrastrar, y no llegamos a ninguna parte.
Caminamos siguiendo un horizonte. Este horizonte (“Cielo”) puede tener diferentes formas y nombres. El tipo de relación que se establece con el horizonte marca profundamente la forma de caminar. Es decir el modo de entender “el cielo” marca mucho lo que hacemos en la Tierra. Por eso para transformar la Tierra, es necesario también transformar “el Cielo”.
El Reino que Jesús anunció, es muy semejante al Horizonte último del ser humano: la felicidad plena, que abarca toda la integridad de la persona, no sólo lo espiritual y no sólo lo personal, sino también lo social.
Por todo ello, nos parece que vale la pena pararnos, pensar y dialogar sobre:
1.- Cuál es nuestro cielo (horizonte)
2.- Cómo nos condiciona “el cielo” el modo de estar en la vida; el modo de construir otra tierra (Reino)
3.- Y si “el reino de los cielos está dentro de cada uno” (Lc. 17,21), está ya presente en la historia. ¿Cómo influye esta concepción del Reino en nuestra capacidad de esperar y confiar?
8) Ofrendas, Pan y Vino: Queremos en esta celebración tener una mención especial con la ofrenda del pan y el vino. El pan y el vino como indicó Jesús en su última cena simbolizan la entrega total de una persona para colaborar en la consecución de una tierra nueva es decir del Reinado de Dios. Esa entrega tiene que hacerse con alegría que es lo significa el vino, pero sabiendo que ese compromiso resulta perjudicial para los intereses de los poderes religiosos y económicos y como a Jesús nos puede llevar al sufrimiento e incluso a la muerte.
9) ANÁFORA
L1- Impulsados por la palabra y el testimonio de Jesús de Nazaret, compartimos en comunidad de creyentes el sueño de un cielo nuevo y una tierra nueva. No como una quimera imposible, sino como el proyecto inacabado de una utopía alcanzable, creciente y cercana.
L2- Los jóvenes revolucionarios de mayo del 68 decían: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. Nosotros también necesitamos imbuir a la realidad social que nos envuelve de un sentido radical de transformación social, ética y cívica
L3- Pero existen obstáculos evidentes para cambiar el rumbo de esta humanidad, que sigue gimiendo con dolores de parto. Por eso, precisamos fortalecernos en común y sentir de cerca el aliento del espíritu para no decaer en el intento.
L4- Unidas las manos y los corazones ponemos nuestra esperanza en el señor proclamando el himno de alabanza que nos identifica con su acción liberadora.
TODOS: Santo, Santo… (Misa salvadoreña).
L5- No caminamos hacia ese cielo nuevo con una aspiración individualista, sabemos que la plenitud del ser humano solo se alcanza en su relación con los demás. Por eso, creemos en la comunidad como precedente de ese Reino de Dios que buscamos juntos.
L6- Por ello, celebramos el acto más profundo de nuestra expresión fraterna, tomado del mandato de Jesús, el cual en su última cena estando con los suyos, tomó el pan y dándote gracias lo pasó a sus discípulos diciendo:
TODOS-: tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros.
L7- Del mimo modo, acabada la cena, tomó la copa de vino y, dando gracias de nuevo la pasó a sus discípulos diciendo:
TODOS- Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por toda la humanidad para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía.
L8- Éste es el sacramento de nuestra fe.
-TODOS- Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús.
L9- Recordamos ahora, en este momento central de nuestra celebración, a la Iglesia comprometida con la implantación del Reino de Dios en la historia, a los que nos precedieron en la fe y la esperanza de ese Reino, en especial a los comuneros y comuneras que nos han precedido en el fin de etapa de la vida terrena, a los que sufren las injusticias más hirientes en nuestro planeta y a los que buscan como nosotros la igualdad y practican la solidaridad, al margen de sus creencias o ideologías.
L10- Unidos a todos ellos, juntamos nuestras manos compartiendo la oración que Jesús nos enseñó:
TODOS-: Padre Nuestro (rezado)…
L11- Como signo patente de la nueva fraternidad hacia la que avanzamos día a día, nos damos calurosamente la paz.
10) Comunión- Canción El Espíritu de Dios- Pago. 74
11) Acción de gracias- Mª Antonia
12) Avisos