No enterremos nuestros talentos 10 de diciembre de 2017
- Saludo y presentación
El tema de hoy es el compromiso personal y comunitario que se deriva de la fe en Jesús. Vamos a seguir para ello dos lecturas del Año litúrgico, la parábola de los Talentos y el poema de la mujer hacendosa, y otra lectura del apóstol Santiago que plantea que la fe sin obras es fe muerta, para lo que pone un ejemplo que sobrecoge: «si un hermano o hermana no tienen para el mantenimiento de cada día, y no le dais lo que necesita, vuestra fe está muerta». En el contexto de nuestra sociedad actual, con el creciente peso de la pobreza, el endeudamiento y la exclusión social de un sector grande de la población, ¿qué puede implicar para nosotros, seguidores de Jesús, hacer rendir las cualidades y capacidades personales que tenemos, pocas o muchas?
- Canción: Id y Enseñad 1y 2; pág. 22
- Acto penitencial Pendiente
- 1ª Lectura: Proverbios 31, 10-27
- 2ª Lectura: Santiago 2, 14-17
- Introducción al diálogo
La parábola de los talentos y el juicio de las naciones representan en los Evangelios el compromiso de la caridad auténtica de quienes creen en el mensaje del Reino que predicó Jesús.
– Sentido original de los «talentos» en tiempo de Jesús…
– Lo importante no es tener/producir más o menos talentos sino comprometernos en la medida que podemos.
– Peligros para la falta de compromiso: el miedo al riesgo que supone ser coherentes en nuestra práctica económica, profesional, familiar… en nuestra denuncia pública de la injusticia, de la corrupción, etc.
– El poema del libro de los Cantares alaba a la mujer hacendosa, vestida de fuerza y dignidad, que abre la boca juiciosamente y enseña con bondad, que se desvive por la familia y trata bien a los sirvientes… Se considera que el texto procede de Tiempos de Salomón, hace ahora unos 3.000 años… ¿Qué nos dice hoy a nosotros, a nuestra comunidad, la actividad hacia los demás de esta mujer, aun estando inmersa en las estructuras patriarcales de su época…?
– La posición precisa y clara del apóstol Santiago en relación a la exigencia de la fe, de comprometerse con quienes «no tienen para el mantenimiento de cada día», ¿no es lo mismo que la «opción central por los pobres» de las comunidades de base?… Nos podemos preguntar hasta qué punto somos coherentes con este principio tan nuestro y cuáles son los miedos, las resistencias, la falta de valor que nos atenaza…
- Ofrendas:
8. Anáfora No enterremos nuestros talentos
Nos reunimos, como cada domingo, para proclamar el mensaje de Jesús, su identificación con quienes sufren necesidades materiales, enfermedad, tristeza… Para proclamar, en definitiva, su ejemplo de servicio a los demás.
Todos.- Gracias por habernos enseñado que lo que hacemos a nuestro prójimo te lo hacemos a ti, por enseñarnos que nuestro Padre no vive en su cielo sino en esta tierra maltratada. Por mostrarnos que somos piezas de un gran universo, pequeñas pero necesarias.
Como nos dijiste en parábolas, cada uno hemos recibido unos dones, unos talentos. Esperas de nosotros que los pongamos a trabajar, que fructifiquen, que den el ciento por uno.
Muchas veces no se ha entendido ese mensaje. ¡Cuántas veces se entendió como un estímulo para producir, incluso para acaparar, bienes materiales! El desarrollo de esta interpretación nos ha llevado a desigualdades sangrantes, absolutamente contrarias a tu mensaje.
No se nos va a valorar por cuántos talentos hemos recibido sino por el uso que hayamos hecho de ellos. Se nos preguntará si hemos trabajado para multiplicarlos; es decir, empleando tu lenguaje, si los hemos puesto al servicio de los demás, como la mujer entregada que canta el Libro de los Proverbios.
Todos.- ¡Cuántas veces no te hemos sabido reconocer encarnado en quien nos pedía ayuda, en el parado que se siente inútil, en el que dejó su tierra en busca de pan, en tantas víctimas inocentes de la violencia o de sus consecuencias! No acabamos de reconocer en ellos a quien tantas veces nos dijo que no había venido a ser servido sino a entregarse hasta su último suspiro.
Nos pides que nos alejemos de una piedad que mira al cielo y olvida el suelo y al hermano que nos rodea. Que no enterremos nuestro talento para nosotros por miedo, dejadez o egoísmo, que lo pongamos a fructificar. Esa debe ser nuestra plenitud. Y la celebración de tu Palabra en esta eucaristía ha de ser una nueva llamada a servir a los demás.
Todos.- A nadie le pides más de lo que puede, pero tampoco menos. No hay excusas: quien quiera ser grande que se haga pequeño. Si pensamos en ser los primeros, seremos los últimos. Si queremos colaborar en la llegada del Reino tenemos que emplear nuestros talentos y no esconderlos.
Por hacernos partícipes de tu mensaje, por hacernos ver que todos podemos y debemos colaborar con lo que hemos recibido, te cantamos:
Todos.- Santo, santo, santo…
Con nuestra decisión de entrega, abiertos a quien nos necesite, dispuestos a compartir lo que hemos recibido, podemos tenerte presente entre nosotros. Alrededor de esta mesa recordamos aquella cena en la que, sabiendo que te despedías, con tus amigos, tomaste el pan, lo bendijiste y lo repartiste diciéndoles y diciéndonos hoy a nosotros:
Todos.- «Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros».
Y acto seguido hiciste igual con la copa de vino:
Todos.- Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por todos para el perdón de los pecados. Y haced esto en conmemoración mía.
Este es el sacramento de nuestra fe. Anunciamos tu muerte y proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
Son muchos los testimonios de seguidores tuyos que lo han dado todo a cambio de nada. Personas que no buscaron premios ni recompensas pero que consiguieron hacer florecer sus talentos y cuyo ejemplo debe ser viento que arrastre nuestros miedos. Muchos ya no están con nosotros. Los recordamos, como recordamos a quienes -sin llegar a tanto- nos acompañaron en el camino (SILENCIO). Por ellos, por nosotros, por Ti, brindamos:
Todos.- Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Sabiendo que no es fácil seguir tus huellas, levantándonos cuando caigamos, renovamos nuestro compromiso, unimos nuestras manos y repetimos la oración que nos enseñaste:
Todos.- Padre nuestro…
Símbolo de nuestro compromiso de compartir es nuestra amistad. Entre todos compartimos también nuestro deseo de paz. Nos deseamos paz, nos damos paz, invocamos la paz. (BREVE abrazo de paz con los próximos para continuar con la anáfora)
Para sorpresa de algunos, en tu parábola se condena al que no hace nada. El mundo de hoy no entendería esto pero es verdad, con esa actitud se pierde la posibilidad de llevar esperanza a muchos desesperados.
Y es que el único pecado es negarnos a caminar. Tenemos que estar volcados en poder desplegar todas nuestras posibilidades. El pasado es el punto de partida, la rampa de lanzamiento hacia nuestra mayor plenitud. La tentación está en querer asegurar lo que ya tenemos, enterrar el talento.
Compartamos ahora el pan y el vino tal y como hicieron sus amigos aquella noche aunque aún nos falte tanto para tomar conciencia de la riqueza que ya tenemos y de que no podemos esconderla, sino exponerla.
Todos.- Señor, no somos dignos de que entres en nuestra casa, pero una palabra tuya bastará para sanarnos.
- Comunión Música.
- Canción: Vamos Juntos 3, 4 y 5 pág. 8
- Acción de gracias
- Avisos