Celebración con la Comunidad de la Parroquia de Nª Sª de la Guía        27 de octubre de 2024

Entrada

Los hechos son evidentes por sí mismos, no necesitan demostración. El evangelio de Jesús permite verlos con más nitidez, especialmente para saber si son favorables a las personas o no.

Pero hay que dejar que Jesús nos cure la ceguera, la obstinada ambición de poder que, quizá sin culpa nuestra, a veces no nos permite ver.

Oración colecta

Madre-Padre Dios, lleno de amor y misericordia.

Escucha nuestras voces que claman a ti en busca de salvación.

En esta celebración, quienes confiamos en ti queremos discernir y aceptar el camino de Jesús, que vive contigo eternamente. Amén

Oración Eucarística

¿Cómo vamos a bendecirte, Padre y Madre, si somos ciegos y no te reconocemos, ni vemos tu mano salvadora, ni tus obras? Nuestra alabanza hoy consiste en levantar a Ti la cuenca de nuestros ojos, vacíos de luz y narrarte nuestra situación y desventura.

Somos ciegos. Andamos errantes por los caminos, heridos por las piedras y los baches.

Vamos por la vida con las manos extendidas, palpando a oscuras penas y alegrías; pero los pies zozobran, se tambalean, y muchas veces tropiezan y caen.

No tenemos horizontes, nos sentimos en la cuneta, marginados, sin posibilidad de valernos.

Desesperadamente,  alzamos los brazos en alto como un bosque descarnado en busca de luz. Queremos ver, Padre.

Nuestra bendición nace porque pasas a nuestro lado y nos suscitas los deseos de ver.

Por lo cual, unidos a la caravana alborozada de los que ya ven, en medio de este mundo de ciegos, cantamos el himno a tu gloria:

Santo, Santo, Santo

Reconocemos que de tu seno, Padre y Madre, ha caído sobre el mundo un haz de luz que barre la tiniebla que nos envuelve: Jesús de Nazaret es la luz de tu luz.

Su vida adquirió una nitidez tan grande que ilumina el sentido y el camino de la nuestra.

Puso claridad por donde pasaba, llenó de luz los ojos que buscaban, trazó caminos para los que querían seguir, hizo despuntar la aurora del hombre nuevo y en las ciudades amaneció el proyecto de un mundo nuevo.

Fue luz en lucha con las tinieblas, dio una visión en contradicción con los hombres ciegos e injustos. Abrió los ojos del que quería ver.

La tiniebla de los corazones empedernidos quiso arrebatarle su brillo. Se abalanzaron sobre Él e intentaron segar su luz, como quien apaga el pábilo de una vela.

Pero su llama, llena de vida, surgió entre las cadenas de la noche.

Tu Espíritu, Padre, enciende de nuevo esa luz para que al celebrar su memoria se haga comida en el pan y el vino:

La víspera de morir…

Al recordar la pasión y muerte de Jesús, al hacer nuestros los sentimientos que llenaron su interior esos días tristes, recordamos también la vida para siempre: su resurrección es una luz que deslumbra y muestra el camino en medio de la oscuridad.

Sabemos que Tú nos llenas de tu Espíritu para que dejemos de ser ciegos y comencemos a ver y entender tu proyecto.

Tú quieres que nuestras vidas sean pequeñas obras de luz que iluminen a todo el que vive a nuestro lado.

Jesús fue luz para todos, abrió los ojos de los ciegos, hizo oír a los sordos, reincorporó a los leprosos llenó de esperanza a los pobres.

Reconocemos humildemente que no queremos verte en nuestros hermanos, que nos hacemos los ciegos cuando se cruza n con nosotros los necesitados y fingimos ser sordos y ocupados cuando nos vienen a  pedir auxilio.

Que tu Iglesia sea fiel seguidora de Jesús; que con el papa Francisco y los obispos esté abierta a las necesidades de todos que sea misericordiosa con los que lo necesitan, que sea luz para los seres humanos, más por los hechos que por las palabras.

Recordamos hoy a los que más sufren y queremos compartir con ellos nuestra vida para colaborar a iluminar su existencia. Nos acordamos también de los que vivieron con nosotros y viven ya contigo.

Queremos, Padre bueno, en compañía de tu hijo Jesús, agradecer todos tus regalos, bendiciendo tu nombre ahora y siempre.

Por Cristo, con él y en él…