Grupo de Espiritualidad e Iglesia

Resumen de lo hecho y proyectos para el futuro

STA: Asamblea de Otoño de 2025

Recordamos el sentido de nuestro nombre, “Espiritualidad e Iglesia”: espíritu es fe, es gracia, es Espíritu Santo. Iglesia es comunidad. No hay fe sin comunidad, ni comunidad cristiana sin fe. Jesús escogió apóstoles, y discípulos y les dijo: proclamad la buena nueva hasta los confines de la tierra (Marcos 16:15-18). He ahí el carácter universal. Pero en el proceso de secularización que nos envuelve y afecta, a todas las religiones, es necesario repensar nuestra fe y su conexión comunitaria, para mantenerla, y mantenernos vivos. Así tuvimos en Puerta del Ángel, el 12 de mayo, una charla/coloquio con el filósofo y teólogo Antonio González, sobre la Relevancia de la teología de la liberación en Europa hoy, que nuestro grupo estuvo preparando los meses anteriores. El video de ello quedará publicado en Fe Adulta. Otro aspecto esencial de nuestra actividad ha sido la coordinación de celebraciones, una vez al mes, con la Comunidad/Parroquia de la Guía. Algo que, como ya se habrá advertido, se refiere, no solamente a las celebraciones, sino a la conexión, en la medida de lo posible, y salvando la identidad de cada comunidad, entre las dos comunidades. ¿Por qué? La universalidad, de nuevo, se cierne sobre nosotros. ¿Nuestra comunidad es, o, al menos, tiene, vocación universal? Nuestro afán de autenticidad nos llevó a cierta excomunión, y llevamos casi a gala, estar en la frontera, o incluso fuera, de la jerarquía eclesiástica. ¿Nos excomulgan ellos o les evangelizamos nosotros? Valga la parodia. Así, las cosas, percibimos a la comunidad de la Guía, como una comunidad similar a la nuestra, y, todavía, “legalmente” no excomulgada. La expresión que aflora irreprimible, en este estado de cosas, es la superación del constantinismo, que ya apareció bastante en la charla/coloquio de Antonio González. Pues según sus tesis, el constantinismo sigue gravitando, de una u otra forma, desde el siglo IV, históricamente, en el cristianismo, llegando hasta nuestros días, y afectando, no solamente a los grupos tradicionales, sino a no pocos grupos de la, digamos para entendernos, izquierda eclesial, incluyendo algunos aspectos teóricos y prácticos de la teología de la liberación. Pues de lo que se trata es de la extensión del Reino de Dios en la tierra, históricamente, al margen del estado y del poder político. No de que el grupo correcto alcance el poder y desde allí difunda el evangelio. ¿Por qué? Porque se trata del Evangelio de la Paz y del Reinado de Dios. Se trata de la vocación inequívocamente pacífica y pacifista de Jesús y el cristianismo. Todo lo que se hace desde el poder y el estado, va asociado inequívocamente, tarde o temprano, al constantinismo y a la violencia. ¿Por qué?

Porque en las religiones, la interpretación rigorista del esquema de la ley, que Jesús superó, va asociada a la lógica retributiva: premiar las acciones buenas, y castigar las malas. Es la raíz del pecado adámico, la esencia del pecado humano, ligado a la soberbia, la tentación de vivir del resultado de nuestras propias acciones, de la autojustificación. Pero no podemos justificarnos. Porque todo, no sólo la creación, sino la gracia y la fe, que se traduce en obras que dan mucho fruto, proviene siempre de Dios, y sólo Él puede justificarnos. Lo demás acaba siempre, y así ha sido históricamente, en una lógica infernal, que acaba en la violencia.

De ahí nuestra eclesiología: la extensión comunitaria del reinado de Dios, hasta los confines de la tierra, desde abajo, al margen del Estado y del poder político, imitando al cristianismo primitivo y sus comunidades.

Esto es lo que queremos hacer. Este llegar hasta los confines de la tierra queremos que se traduzca en encuentros interreligiosos con otras religiones, con gente atea o agnóstica, pero inquieta, con la que nos gustaría “dar razón de nuestra fe”, en expresión de Miguel Merín y Elena Martín. En encuentros con fe protestante, como el que tuvimos con Antonio González. O con los Grupos de Jesús, de Pagola, con cuyo presidente ya tuvimos un encuentro, pero, aspiramos a continuar. Con la Comunidad de San Egidio, con la que ya hemos tenido algún contacto, aunque débil, y aspiramos a profundizar. Con los grupos americanos de resistencia a Donald Trump, Faithful America, que empezaron a organizarse para oponerse a las deportaciones masivas de inmigrantes, y cuyas páginas recibimos periódicamente. Aspiramos también a profundizar y aumentar la frecuencia de nuestras eucaristías internacionales en inglés, WACI, a las que Hugo nos ha introducido. Y a profundizar en los contactos con los grupos europeos y con las instituciones europeas, que Hugo, sostiene desde hace tiempo, en bastante soledad, pero que aspiramos a implicarnos con él crecientemente.

Recién nombrado el Papa León XIV, que declaró que continuaría el legado de Francisco, pero que todavía no conocemos bien, y es pronto, incluso para primeras valoraciones (lo podemos discutir), de nuevo nos planteamos el tema de la universalidad y el constantinismo, en los proyectos de futuro de nuestro grupo de Espiritualidad e Iglesia. ¿Qué sí, qué no, hay que superar y qué hay que conservar del Papado y del Estado Vaticano en este proyecto de extender el Reinado de Dios y de Jesús, el Mesías, al margen del Estado y del poder político. Proponemos inspirarnos en el cristianismo primitivo. Y, para ello, ponernos deberes de formación: así la lectura sistemática de los Hechos de los Apóstoles, de los cuadernillos de Cristianismo y Justicia, sobre la sinodalidad como método, que nos propuso el Papa Francisco. Y de la constante petición, en oración, al principio de cada reunión, a Jesús, para que nos envíe el Espíritu que nos prometió.