Celebración de la Reconciliación 18 de diciembre de 2020
Saludo y Bienvenida:
Buenas tardes-noches. Bienvenidos todos/todas las que, una vez más nos conectamos por este medio y en medio de una pandemia que se extiende, sembrando angustia y muerte.
Angustia que sentimos por todos los que sufren por esta pandemia y por la otra que es permanente, la que obliga a millones de seres a vivir (malvivir más bien) en medio de la miseria, las guerras, los desplazamientos…
Hoy nos reunimos, un año más por estas fechas, para pedir perdón por todo lo que, con nuestros actos o nuestras no actuaciones, hayamos contribuido a la extensión del dolor y el mal en el mundo, tanto en nuestro entorno más cercano, como en el más global.
Para ello, hemos basado esta celebración en las palabras de nuestro Papa/hermano Francisco, en su encíclica Fratelli Tutti, de la que entresacamos la primera lectura.
Lecturas: Primera lectura: recogida de fragmentos de Fratelli Tutti
La altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor, que es «el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana». Sin embargo, hay creyentes que piensan que su grandeza está en la imposición de sus ideologías al resto, o en la defensa violenta de la verdad, o en grandes demostraciones de fortaleza. Todos los creyentes necesitamos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar (cf. 1 Co 13,1-13).
El amor implica entonces algo más que una serie de acciones benéficas. Las acciones brotan de una unión que inclina más y más hacia el otro considerándolo valioso, digno, grato y bello, más allá de las apariencias físicas o morales. El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social, que no excluye a nadie, y la fraternidad abierta a todos.
Todos somos hermanos.
El prólogo del Evangelio de San Juan nos habla de la espiritualidad de la encarnación: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Se hizo carne y entró en la historia, en un pueblo, en una cultura, con una lengua, con una manera de hablar, de sentir, de relacionarse con los otros para el bien común de la familia humana que surge de la propia fraternidad en un mundo más abierto.
Y Francisco nos pone como ejemplo el Buen Samaritano que sale de sí y se hace prójimo e invita a toda la humanidad a “rehacer una comunidad a partir de personas que hacen propia la fragilidad de los demás”
Reaparece «la tentación de hacer una cultura de muros, de levantar muros, muros en el corazón, muros en la tierra para evitar este encuentro con otras culturas, con otras personas” (FT 27).
Así no nos podemos sentir nunca que somos seres humanos iguales en los derechos y hermanos de la misma carne.
Para reconocer la presencia de Jesucristo hoy, de reconocer su rostro, de reconocer sus llagas, nos basta mirar a nuestro lado y ver a los migrantes, los hambrientos, los privados de luz y agua y encarnarnos, ¿de qué manera?, pues sintiendo en nuestra carne su propia angustia y sufrimiento, como una actitud personal para vivir y seguir el ejemplo de nuestro maestro.
De esta manera, dice Francisco, construiríamos un “nosotros, que en sucesivos círculos va más allá, desde lo local a lo universal”.
Queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad […] para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación.
Caminemos pues en esperanza.
Segunda lectura: Mt 5, 23-25
23 Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, 24 deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. 25 Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.
Pausa musical: La primera piedra. Salomé Arricibita. Pinchar en la imagen para oír la canción. La letra está en el cantoral
Introducción a la reflexión: (Araceli)
En las lecturas hemos recordado las palabras del Papa en las que nos invita a reconocer en los demás, en los otros a nuestros hermanos, a no tener fobias ni miedos, a no levantar muros que nos aíslan de otras culturas, de otras formas de pensar.
Nos invita a reconocer a Jesús en los migrantes, en los hambrientos , en los que no tienen nada y a mirar al otro por ser quien es, buscando lo mejor para su vida.
Por otro lado, la canción nos invita a no tener prejuicios, a no lanzar la primera piedra, a sentir compasión.
¿Nos podemos preguntar si personal y comunitariamente estamos construyendo una fraternidad abierta a todos?
¿Cuál es la piedra que sentimos la tentación de tirar?
Podríamos desechar la piedra de la indiferencia, de la arrogancia, de la injusticia, de la sordera, de la ceguera…
Oración de perdón:
Dios Padre y Madre, fuente de amor y misericordia.
Acarícianos con tus manos llenas de ternura y ayúdanos a sembrar amor, paz y justicia allá donde estemos.
No tengas en cuenta nuestras incoherencias y debilidades sino nuestras ganas de hacer un mundo mejor y más habitable.
Aquí y ahora renovamos nuestro compromiso de construir una fraternidad abierta para todos.
Amén.
Padrenuestro
Abrazo de paz y reconciliación.