A)     REFLEXIONES SOBRE LA ESPERANZA, al margen de los documentos enviados.

 Un grupo nos ha mandado sus reflexiones sobre el concepto de esperanza. Lo completamos con otras aportaciones:

  •  La vida sin esperanza no es vida, sino enfermedad y muerte.
  •  La esperanza es el motor de lucha: nos lleva a actuar.
  •  Nos ayuda a mantener la capacidad de “indignarse”, y reaccionar ante las injusticias.
  •  En el origen de la esperanza está el amor.
  •  Lo cristiano saca lo mejor de lo humano.
  •  La esperanza se vive cuando aquello por lo que luchamos se ve realizable.

 Desde la esperanza:

  • – Se observan procesos regidos por valores colectivos: cooperación, justicia, igualdad…
  • – En diversos países se van dando cambios importantes en relación a la justicia y    distribución de bienes.
  • – Necesitamos una actitud beligerante, inteligente y esperanzada para retomar la   religiosidad ético-profética, y dejar ya la religiosidad ontológico-cultualista, que se nos  trata de imponer.
  • – El  ser humano es tan importante que el plan de Dios no sería posible sin nosotros.

 Desde la desesperanza:

  • – Los datos objetivos que observamos, invitan a la desesperanza.
  • – Siempre vencen los mismos: los que ostentan el poder económico, que está a la base de los demás poderes que oprimen, empobrecen, y humillan.
  • – La desesperanza puede llegar cuando uno se siente profundamente maltratado.

 B) REFLEXIONES DE CARÁCTER GENERAL, inspiradas en los documentos.

 La resurrección:

  • – Para  los grupos en general la resurrección es algo fundamental, porque ahí es donde se manifiesta la presencia del Espíritu de Jesús con sus valores que nos acompañan, nos impulsan y nos reconfortan.
  • – Es importante que la comunidad viva la resurrección y la haga presente de manera trascendente, porque al amar trascendemos lo inmanente.
  • – Normalmente hemos tratado el tema de la resurrección desde el punto de vista del Jesús histórico, pero si lo vemos desde el cambio vital que supuso en sus discípulos, para poder romper con la ley y las tradiciones del judaísmo, es un punto de partida interesante también para nosotros. No podemos estar atenazados por las leyes y tradiciones que emanan de la iglesia jerárquica, que son humanas. La gran personalidad y la libertad de Jesús influyeron en sus primeros discípulos y deben seguir influyendo en nosotros.
  • – La resurrección de Jesús da un contenido de esperanza a toda la historia humana, y, por tanto, la esperanza escatológica no se puede concebir si no es como culminación de la esperanza humana histórica.
  • – La teología hoy debe establecer una relación entre víctimas y resurrección, y entre resurrección y esperanza, siguiendo a Jesús como prototipo.

Modo de resucitar:

– En cuanto al modo de resucitar, se ve muy difícil pensar en una vida ultraterrena física. Al hablar de las apariciones del Resucitado, el Nuevo Testamento nos invita a entender ese género literario, de tipo catequético, propicio e impactante para las primeras generaciones cristianas.

– No se dice cómo resucitó Jesús, ni cómo vive junto al Padre. Sí se nos habla de la cercanía de Jesús y que podemos contar con él. Algo sucedió después de la muerte de Jesús, porque sus discípulos pasaron de una situación de miedo, a retomar la actividad que correspondía a ser discípulos de Jesús. De nuevo nos encontramos con el tema de las apariciones.

 El reinado de Dios:

– Para algunos, el reinado de Dios, inaugurado por Jesús, es como un tejido que se ha ido elaborando desde las primeras generaciones cristianas, con pequeños o grandes esfuerzos, hasta nuestros días. Otras generaciones lo continuarán porque todos vamos contribuyendo a hacer presente el reinado de Dios en nuestra historia.

– El Espíritu de Dios llenó por completo la mente y el corazón de los discípulos de Jesús, para que se apartaran de la ley de Moisés, y emprendieran con Jesús la lucha por implantar el reinado de Dios. Vieron a Jesús libre de las limitadas perspectivas del judaísmo.

– Por el Espíritu admitieron la dialéctica del Reino: Dios Padre de todos, la vida como valor supremo, comunión con los pobres y  necesitados, confrontación con las autoridades judías y el Imperio. El reino de Dios es de este mundo, pero con valores totalmente renovados. Romper con el Antiguo Testamento fue obra del Espíritu.

– Hay diferencia entre religión y cristianismo. Las religiones han creado un Dios trascendente, un Dios que infunde temor. Jesús nos presenta a un Dios que es Padre-Madre, y tan cercano que se hace hombre. Dios se humaniza. Jesús representa la secularización de Dios.

– Si no hay un cambio interior en cada uno, es imposible trabajar por implantar el reinado de Dios.

– El Reino ya está entre nosotros: es un proyecto de lucha por la justicia que nos compromete a todos para hacerlo realidad. Sigue totalmente vigente porque no se ha logrado la justicia para todos, ni se ha erradicado el mal en el mundo.

 Siguiendo la visión teológica y el testimonio de José Mª Díaz-Alegría:

– La esperanza histórica se entiende bien, no así la esperanza escatológica, que estuvo marcada por la creencia, propiciada por algunas cartas de Pablo, de la pronta venida de Jesús resucitado y exaltado a la diestra de Dios. Así surge también la falsa esperanza: se deja todo para el futuro, porque ya no se espera nada.

– Percibimos signos de  esperanza en un mundo mejor, y, a otro nivel,  la esperanza de vida después de la muerte, compartido por otras religiones.

– La esperanza nos anima, porque al final lo bueno va a triunfar, y quien da su vida para mejorar la calidad de nuestra existencia trasciende su propia historia, por ser su aportación válida para toda la humanidad.

– Necesitamos miradas abiertas que puedan contemplar los procesos a largo plazo, porque tenemos la confianza de que los esfuerzos de hoy posibilitarán los cambios del mañana.

-La esperanza cristiana se enraíza en la esperanza humana de que otro mundo es posible. Como seguidores de Jesús tenemos la fuerza y la confianza  en sus palabras: venció todos los males, incluida la muerte.

– En cuanto a religión falsa y religión verdadera, estos conceptos tienen que ver con la religión cultual e individualista, o con la religión profética, comprometida con el bienestar y la liberación de los más necesitados, a través del servicio, la solidaridad y el amor concreto al prójimo –parábola del buen samaritano-. No olvidemos que la iglesia jerárquica ha condenado la teología de la liberación, que hunde sus raíces en el Evangelio.

– La explicación de Díaz-Alegría al texto de Pablo, I Corintios 15,22-26, es muy clarificadora: Cristo resucitado es constituido Señor para que realice en la historia una superación de las potencias del mal… Jesús resucitado es una garantía de que la lucha tiene sentido y da su sentido a la historia.

Jesús histórico, fundamento de nuestra esperanza histórica:

 – Las razones de la esperanza histórica no son ajenas a nuestra fe en Jesús, porque se fundamentan en la vida y en el testimonio de Jesús.

  La fe en Dios y en Jesús es gratuita y por ella Dios interviene en el corazón de los hombres, no de manera fenomenológica en la historia.

  Si seguimos la senda marcada por Jesús de Nazaret, tenemos un norte claro por donde debemos avanzar.

– Jesús ha echado abajo las barreras que separaban a las distintas religiones. Por eso, trabajando codo a codo con otros hombres en favor de los más necesitados, incrementamos y multiplicamos nuestra esperanza.

– Fortalecen nuestra esperanza las personas que trabajan por la paz, por la justicia y por los más necesitados. Los jóvenes que se organizan para la lucha, -el 15 M-, y las personas mayores consecuentes –las madres argentinas de la plaza de mayo-. Ésas y otras muchas personas reflejan a Jesús y a Dios, y trascienden nuestra propia condición y situación. Esa trascendencia nos pone en la onda de la resurrección.

– Estar arraigados en la persona del Hombre-Jesús es motivo para la esperanza cristiana, porque el Reino, anunciado y promovido por él, ya está entre  nosotros. Las principales parábolas así lo confirman.

– El Espíritu de Jesús realiza entre nosotros la labor que llevó a cabo con las primeras generaciones cristianas, sobre todo, impulsando los  pasos de la  libertad tan necesarios para las comunidades primitivas.

– La esperanza nos da la convicción de que la utopía del Reino es posible, sacándonos de nuestras comodidades.

– Jesús es el Hijo del hombre, es decir, el hombre en plenitud. Lo que Dios quiere para Jesús lo quiere también para todo ser humano. La  vida de Jesús,  su muerte y resurrección es lo que Dios quiere para toda la humanidad, porque el proyecto de Dios en Jesús es único.

 C) REFLEXIONES DE CARÁCTER PRÁCTICO, a la luz de las preguntas formuladas.

1. ¿Crees que Jesús, con su mensaje y actividad, sólo pretendía la conversión de la persona o ha influido también en la desaparición de importantes  estructuras, opuestas a su actividad y mensaje?  Si es así, ¿qué podemos hacer hoy para erradicar estructuras injustas?

– Aunque no ha habido consenso en los grupos, algunos opinan que Jesús, no sólo se dirigía a las personas, ya que dio suficientes señales para erradicar estructuras injustas en su tiempo: el sábado, el templo, la ley mosaica, la persona lo más importante, por encima de las estructuras

.– Hay quien opina que el mensaje de Jesús se reduce a algo intimista, pero la mayoría de ese grupo cree que Jesús denunció las estructuras sociales y religiosas de su época: acoge y come con los pecadores, proclama al hombre superior al sábado, se hospeda en casa de Zaqueo, habla en público con la samaritana, arroja a los cambistas y a los animales dedicados a los sacrificios del templo. Así pues, consideramos necesario el cambio de estructuras, sobre todo las eclesiásticas.

– Trabajar para combatir la cultura del capital, y promover en nuestras vidas valores como el servicio, la austeridad, la gratuidad, el amor.

– Jesús pretende las dos cosas: que el hombre recobre la dignidad perdida, y cambiar las estructuras que lo infravaloran y   lo destruyen. Hoy podemos exigir que se tengan en cuenta los derechos humanos conculcados, y luchar, unidos a otros grupos y personas, contra la supremacía del capital, y el ansia de poder y dominio, que están a la base de toda injusticia.

  2. La resurrección de Jesús es el fundamento de nuestra fe y esperanza. Si tú, tus familiares y amigos habéis sido “probados” duramente por enfermedades graves o inesperadas, por muertes violentas repentinas, por fenómenos naturales incontrolados, ¿tu esperanza cristiana te ha confortado, con la certeza de que El Dios de la vida tiene la palabra definitiva?

– Ha habido opiniones distintas, entre algunos que consideraban la esperanza como algo contemplativo y reconfortante, y la mayoría que la veían como esperanza activa y revulsiva. Del sentido que puede dársele  a la “experiencia de la resurrección”, podemos encontrar una respuesta adecuada en los apartados 2.8 y 2.9 de los materiales del taller.

– Con la esperanza más que con la certeza. Conforta mucho tener cerca a los que quieres.

– No se ve razón ni consuelo en determinadas enfermedades, ni en muertes de gente joven. La esperanza no puede eludir ni suavizar el dolor. La esperanza cristiana ayuda a no desesperarse, pero no puede ahogar lo humano.

– La luz de la esperanza volverá a aparecer, aunque tarde.

– Otros la consideran una cuestión muy personal, y cada uno reacciona de forma distinta.

– Todos valoramos el hecho de estar al lado del que sufre, y las muestras de cariño: el abrazo, la comprensión, el saber escuchar y callar.

3. La fe en la resurrección de Jesús implica una gran Esperanza en el Dios de la Vida. Y si además,  “la Esperanza no defrauda, porque el amor de Dios inunda nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha dado” (Romanos 5,5), ¿cómo podemos transformar ese torrente de amor profundo en servicio y solidaridad con los más necesitados?

 – No nos sentimos tan inundados como para hacer muchas cosas.

– El servicio y la solidaridad no son sólo consecuencia, sino causa y fuente de esperanza.

– Cada cual responde según sus carismas. El amor real que damos es gratuito. Nos tenemos que exigir cada ver más, sin torturarnos.

– Estar con los oídos atentos a lo que nos demanden, empezando por los más cercanos; de lo contrario, podría ser una ilusión, al margen de la realidad.

– Evitar la autocomplacencia.

4. La teología tradicional ha  fomentado y desarrollado  una conciencia de sumisión, esclavitud y temor a la jerarquía, a sus leyes  y a sus normas. ¿Cómo podríamos despertar en nosotros la convicción de que somos realmente hijos de Dios, y, por tanto, personas adultas y libres para  trabajar sin desaliento por el reinado de Dios con una esperanza viva?

– Si no actuamos más no es por desaliento; es más por falta de generosidad, por pereza y por comodidad.

– El Espíritu no sólo no anula  la persona, sino que la hace adulta y libre. El Espíritu de Dios se identifica con el amor, y nos permite transformar el mundo a través de una justicia activa, en favor, sobre todo, de los más débiles. Aunque el Espíritu se hace presente de manera especial con la resurrección de Jesús, no obstante siempre ha inspirado  al hombre para actuar con bondad y con entrañas de misericordia hacia los demás.

– La jerarquía importa muy poco a nuestra comunidad. Hay que escuchar más lo que nos dice Dios a través de las realidades que nos rodean.

– Hay que estimular la conciencia de que somos adultos y libres, y, por tanto, capaces de pensar y actuar por nosotros mismos. También se puede denunciar la actitud de la jerarquía, marcadamente en contra del Evangelio.

 5. Probablemente rasgos de la religiosidad falsa, -a la que Díez-Alegría llama ontológico-cultualista-,  siguen influyendo en nuestra manera de vivir como cristianos. ¿Cuáles identificamos a nivel personal, y a nivel comunitario?

– No mucho: ni a nivel comunitario, ni personal.

– Hay bastante superación en la comunidad. Tenemos claro que la salvación viene por el amor, no por el culto.

– Convertir el culto en fin, siendo sólo un medio. La iglesia jerárquica se centra en el culto –lo sagrado-, y en las instituciones por encima de la persona. En lo personal, nos cuestionamos la herencia recibida, y nos abrimos a nuevos planteamientos a la luz del Evangelio: tenemos que transmitir a Jesús con nuestra forma de vida.

– Creemos que en nuestra comunidad sí tenemos superado ese nivel, aunque en nuestro entorno tengamos que condescender con una religiosidad más cultualista.

– A nivel personal, cierto individualismo; a nivel colectivo, cierta intransigencia entre diferentes maneras de pensar, aunque se va mejorando en este aspecto.

6. Si caminamos hacia una religión verdadera, – ético-profética, según señala Díez Alegría-,  nos tenemos que basar en la esperanza mesiánica inserta en la historia. Para ello es necesario profundizar en la fe en Jesús. ¿Podríamos intentar explicitar nuestro credo como hace Díez-Alegría?

– Nuestro pilar es Jesús y los valores que él vivió, con los cuales nos podemos situar en nuestro mundo, es decir, lo fundamental es seguir a Jesús como discípulos.

– La transformación personal, a nivel intelectual, la vemos con claridad, pero tenemos que seguir mejorando cómo estar en la vida y nuestra propia coherencia. El Espíritu nos tiene que impulsar a ser seguidores de Jesús, porque el Evangelio es sencillo de entender, pero difícil de practicar.

– Por su interés, transcribimos dos Credos de dos grupos diferentes, que podrían servir de base para un Credo comunitario:

Primer Credo:

  • – Creo en Dios, fuente  de amor inagotable.
  • – Creo en Jesús que nos descubrió un Dios Padre de toda la humanidad, y nos dejó como tarea convertir este mundo en otro más justo y solidario.
  • – Creo que su muerte fue consecuencia inevitable de su vida, entregándose por entero a los demás.
  • – Creo en el Espíritu que se derrama sobre el mundo para iluminarlo y darle fuerza, a fin de realizar el Reino de Dios en esta tierra.
  • – Creo en la humanidad como generadora de bien.
  • – Creo en la utopía del Reino que es realizable aquí y ahora.
  • – Creo que los hombres somos hermanos y que ningún ser humano debe ser excluido de esta fraternidad por ningún motivo.
  • – Creo en la comunidad que trabaja por el Reino, y mantiene firme su fe y alimenta la esperanza de un futuro mejor para todos.
  • – Espero que algún día resucitaré en la medida en que haya sido fiel al proyecto del Reino y haya contribuido a eliminar el mal y la injusticia en el mundo.

 Segundo Credo:

  • – Creo en la Humanidad.
  • – Creo en la Vida.
  • – Creo en el Amor transformador.
  • – Creo en Dios, que es Amor, y en el Amor, que es Dios.
  • – Creo en la justicia y en la igualdad.
  • – Creo en la Vida de Jesús, y en la posibilidad de una Humanidad como la suya.

 7. Según Díez-Alegría la esperanza cristiana (escatológica) no puede renunciar a la esperanza histórica, sino que tiene que estar abierta a ella. ¿De qué modo hacemos converger la esperanza histórica y nuestra esperanza como cristianos/as en la vida cotidiana? ¿Cómo alimentamos la esperanza cristiana?

  • – Nuestra esperanza histórica se fundamenta en el testimonio de Jesús, y de los profetas que han venido después de él a lo largo de la historia. Con la fe en Jesús confluyen la esperanza histórica y la cristiana.
  • – Debemos comprometernos más con los hechos históricos que nos están tocando vivir.
  • – No hay distinción entre una y otra. Las alimentamos desde la antropología y desde la fe en Jesús, porque la resurrección alimenta nuestra esperanza.
  • – Se alimenta con amor y compromiso.
  • – Trabajando por una Humanidad justa, solidaria y feliz.
  • – Además de la gente joven y mayor ya nombrados, es motivo de esperanza ver que hay personas oprimidas y sometidas a los grandes poderes políticos y económicos, que siguen trabajando por un mundo más justo, a pesar de todo.
  • – Alimentamos también la esperanza uniéndonos a otras personas o grupos que trabajan por un mundo más justo, sean creyentes o no.