Ø Introducción

Sales al encuentro de quien se regocija y practica la justicia, de quienes se acuerdan de ti en tus caminos. Isaías 64,5

Ø Invocación

¡Míranos con buenos ojos y estaremos a salvo! Salmos 80,3

¡Danos vida, y sólo a ti te  invocaremos! Salmos 80,18

Encendemos la primera vela de la corona de Adviento con el gozo de ir a tu encuentro ¡oh Dios!

Que su luz ilumine nuestra espera y nos haga permanecer vigilantes ante tu gloriosa visitación.

Ø Lecturas bíblicas

Isaías 64,1-9; Salmos 80,1-7 y 17-19; 1 Corintios 1,3-9; Marcos 13,24-37.

Ø Reflexión

En este primer Domingo de Adviento queremos saludar  y animar los esfuerzos de las personas y comunidades que recorren cada día los caminos de justicia, que procuran encuentros de vida entre hermanos y hermanas, y así propician el Adviento diario de Dios en este mundo.  El Adviento, el encuentro con Dios, sucede cada día  cuando somos conscientes de la gloria de Dios que nos habita, cuando decidimos caminar sus caminos de justicia.  El encuentro con Dios sucede en lo cotidiano, cuando nos dejamos guiar por  nuestro Creador, cuando cobijamos la gloria de Dios que reside en nuestros hermanos y hermanas. ¡Allí es donde sucede el Adviento! Por eso, el profeta dice: «Sales al encuentro de quien se regocija y practica la justicia, de quienes se acuerdan de ti en tus caminos». Isaías 64,5

Hoy, el profeta Isaías y el Salmista traen el grito de angustia de un pueblo que invoca el Adviento de Dios en su medio. El pueblo reconoce que sus obras les han alejado de Dios; se sienten como hojas marchitas llevadas por el viento. Pero no es Dios quien se ha alejado de su pueblo, es el pueblo quien ha ignorado su presencia y ha tomado sus propios caminos.

En su clamor, el profeta apela a la relación familiar de Dios con su pueblo: «Señor, tú eres nuestro Creador; somos el barro, tú nuestro alfarero; ¡todas y todos fuimos hechos por ti! ¡Mira que somos tu pueblo!» Isaías 64,8-9 (paráfrasis). En esta oración, el profeta declara la vocación de Dios: el cuidado de su pueblo; Dios es su Creador; lo ha formado del barro y ha puesto en cada persona su aliento de vida, su presencia y su gloria.

Son nuestras propias inconsistencias las que nos hacen extraviarnos de los caminos de Dios y perdernos de su presencia diaria; por eso gritamos  como el salmista «¡Míranos con buenos ojos y estaremos a salvo!» Salmos 80,8.  Este es un grito de esperanza que lanzamos al futuro esperando la plenitud del Adviento de Dios.

¿Cuándo será? ¿Qué eventos mediarán su venida? Son preguntas que han llegado a convertirse en preguntas enfermizas para muchas personas, que  invierten mucho tiempo hablando de eventos apocalípticos terroríficos – como si la realidad no fuera suficiente – y haciendo cálculos del regreso de Jesús.

La primera comunidad cristiana ya tenía preguntas sobre el cuándo y el cómo. Jesús habló poco en cuanto a ello; pero fue claro en decir que hay que mantenerse despiertos, vigilantes y en acción: «Manténganse despiertos y vigilantes, porque no saben cuándo llegará el momento. Deben hacer como en el caso de una persona que, antes de irse a otro país, encargó a sus criados que le cuidaran la casa. A cada cual le dejó un trabajo, y ordenó al portero que vigilara. Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: ¡Manténganse despiertos!» Marcos 13,33-37

Mantenerse despiertos y vigilar se refiere a no acomodarnos a un estilo de vida y dormir el sueño de la indiferencia. Es velar por la vida, la justicia y la paz, y no permitir que la maldad invada nuestro camino. Un día Jesús llegará definitivamente y gozaremos su presencia. Mientras tanto, hay que cumplir su misión; cuidar la casa que nos ha dejado encargada y anunciar con nuestras acciones justas que la presencia de Dios ya es una realidad en nuestro medio. Hoy en este primer Domingo de Adviento, queremos enfatizar la posibilidad diaria del Adviento con nuestro Creador porque tenemos un Dios amoroso que sale cada día a nuestro encuentro y nos saluda con la vida. Queremos también prepararnos para recibir el Adviento de Dios en Navidad, queremos ir al encuentro de Jesús, la coronación del Adviento de Dios.

Vayamos hoy entonces a recorrer los caminos de la vida; vayamos a un encuentro con nuestras hermanas y hermanos y ¡Que suceda el Adviento de Dios!

 

Ø Momento de reflexión

Reflexionemos sobre los caminos que hemos tomado últimamente ¿Son los caminos de Dios?

¿Qué tipo de situaciones nos hacen perder el Adviento diario con Dios?

¿Cuál es nuestro énfasis en cuanto a la venida de Jesús, cómo será, cuándo será, o cómo esperar?

¿Qué caminos podríamos tomar en este tiempo de Adviento que nos lleven a tener un encuentro con Jesús en Navidad?

Ø Oración final

Hoy en este primer Domingo de Adviento, te agradecemos oh Dios por habernos creado y por tu presencia que nos habita. Gracias por enseñarnos tus caminos, gracias por salir diariamente a nuestro encuentro. Te pedimos que nos permitas vivir vigilantes y en acción, que nuestras acciones hagan posible tu Adviento en este mundo. Que este tiempo sea un camino de encuentro contigo y que nos guíe hacia una gloriosa celebración de la Navidad donde recibiremos a Jesús tu Hijo.

Salgamos con gozo y con paz al mundo para amar y servir a Dios.

Vamos al encuentro de Dios, de nuestros hermanos y hermanas. Amén.