POR LA DIGNIDAD DE LA PERSONA, SIGUIENDO A JESÚS.          23 de marzo de 2014

ANÁFORA

Lector 1: Jesús, profeta del reinado de Dios, ha puesto al ser humano en el centro de su actividad liberadora y de su mensaje, por encima de las instituciones por sagradas que fuesen.

TODOS: Por eso Jesús curó al leproso (Marcos 1,39-45), desafiando las leyes sagradas de Israel y a sus representantes, que  consideraban a todo leproso como un apestado, condenado por Dios. Jesús lo toca sin quedar contaminado y el contaminado quedó limpio. Jesús, libre y desafiante, comenzó a tener serios problemas con las autoridades de Israel.

 

Lector 2: Jesús rechazó las tradiciones de Israel: no eran divinas, como pretendían las autoridades, sino humanas: sometían, marginaban  y atentaban contra la dignidad de la persona. Los jefes del pueblo cambiaron  el mandamiento principal de Dios, – socorrer a los propios padres en necesidad-, por sus tradiciones, a las que atribuían rango divino (Marcos 7,1-23).

TODOS: El precepto del sábado (Marcos 2,23-28), en tiempos de Jesús, era tan sagrado que prevalecía sobre los demás mandamientos. Fue también la señal de la Antigua Alianza. Pues bien, te damos gracias, Padre, porque Jesús  proclamó la superioridad del ser humano frente a toda ley o precepto: – “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”.

Lector 3: Te damos gracias, Padre, porque nos has enseñado repetidamente en el Evangelio que lo verdaderamente sagrado, lo que hay que respetar y dignificar es el ser humano, movido como Jesús por tu propio Espíritu.

Lector 4: El templo, lugar sagrado por excelencia, ha cumplido su misión. Jesús es el nuevo templo y sustituye al templo que se había convertido en “cueva de bandidos” (Juan 2,13-22). Se acabaron, pues, los lugares sagrados. Te damos gracias, Padre, porque nosotros, con Jesús, somos también templos vivos de Dios. El culto en lugares sagrados pertenece a la Antigua Alianza y ha quedado abolido por Jesús.

TODOS: Te damos gracias, Padre, porque Jesús con la parábola del buen samaritano, nos traza un camino seguro a seguir, libre de falsas espiritualidades: el que se desangra al borde del camino debe de ser objeto de nuestro amor y compasión. Hoy son millones los que se desangran, porque la economía financiera los ha dejado malparados y no tiene entrañas de misericordia: niños, ancianos, emigrantes, desahuciados de sus viviendas, personas dependientes… ¡Luchemos con Jesús por su dignidad!

TODOS: Te damos gracias, Padre, porque el Evangelio nos muestra a Jesús luchando a brazo partido contra los jefes del pueblo, para devolverles su dignidad a los que ya no la tienen: lo perdido, lo despreciado y lo desechado por las clases dirigentes son objeto de su solicitud y cuidado, como nos lo indican las parábolas del hijo pródigo,  la oveja y la moneda perdidas.

Lector 5: Te damos gracias, Padre, porque Jesús otorga a las mujeres un releve especial en el Evangelio. Jesús acoge y rehabilita, devolviéndoles su dignidad, a un grupo de mujeres a quienes equipara con los Doce (Lucas 8,1-3). La mujer sigue discriminada por  la jerarquía eclesiástica hoy. Jesús, haz que le lleguen a Francisco, obispo de Roma, la iluminación y la determinación necesarias para devolverles a las mujeres la dignidad que no le han reconocido durante tantos siglos.

TODOS: Te damos gracias, Padre, por la valentía de Jesús al enfrentarse con los sumos sacerdotes y senadores, que oprimían al pueblo y despreciaban a los pecadores. Los desenmascara y los pone por debajo de la gente a la que ellos mismos despreciaban: “Os aseguro que los recaudadores y las prostitutas os llevan la delantera para entrar en el reino de Dios” (Mateo 21,31).

Lector 6: Por el Evangelio sabemos que la liberación de los marginados y oprimidos, restituyéndoles su dignidad, constituye la parte central de la buena noticia del reinado de Dios. Así nos lo indica también la escena de Zaqueo con la que Lucas cierra su Evangelio, poniendo de relieve esta enseñanza de Jesús: “El Hijo del hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido y a salvarlo” (Lucas 19,10).

TODOS: El Evangelio no se mueve en el ámbito de lo sagrado, sino en el terreno normal de la vida de la gente, donde están los necesitados, marginados y oprimidos. Te damos gracias, Padre, porque así nos lo enseña Mateo en su Evangelio: “Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber… fui extranjero y me acogisteis, estuve en la cárcel y fuisteis a verme” (Mateo 25) Juan  expresa lo mismo de esta manera: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros igual que yo os he amado. En esto conocerán que sois discípulos míos” (Juan 13,33-35).

Lector 7: ¡Ven, Espíritu Santo para que estas ofrendas de pan y de vino se conviertan en presencia viva y vivificante de Jesús! Por eso él,  en la Última Cena, tomó un pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo:

TODOS: Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros.

Lector 8: Acabada la cena, tomó el cáliz y, dando gracias, se lo pasó a sus discípulos diciendo:

TODOS: Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la Alianza nueva y eterna, que se derrama por todos. Haced esto en memoria mía.

Lector 9: Este es el sacramento de nuestra fe.

TODOS: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!

Lector10: Recordemos a nuestros hermanos y hermanas que ya nos están esperando en la casa del Padre (Silencio).

Lector 11: Uniendo nuestras manos elevamos al Padre la oración que Jesús nos enseñó:

TODOS: Padre nuestro…

Lector 12: Disfrutemos, dándonos y recibiendo la Paz.

Lector 13: Comunión y acción de gracias.