Celebración de Pentecostés en el confinamiento 31 de mayo de 2020
Introducción
Celebramos hoy la fiesta de Pentecostés.
Etimológicamente PenteKosté significa quincuagésima ó 50 días. Los judíos celebran la entrega de las Tablas de la Ley a Moisés, 50 días después del Éxodo, y los cristianos, la venida del Espíritu Santo, 50 días después de la Resurrección.
Yo prefiero llamarla la fiesta del “caer en la cuenta”. Los discípulos, asustados por los acontecimientos de los últimos 50 días y también confinados en una casa, reciben al Espíritu, y se cumple lo dicho en Juan 16, 13: “Cuando venga el Espíritu de la verdad, os enseñará toda la verdad”. Es decir, caen en la cuenta de lo que la vida de Jesús significa y sobre todo de la importancia de su mensaje.
Esta presentación la iba a preparar Paco, pero como sabéis está recién operado de una grave intervención. Él, quería proponernos el que en esta celebración interiorizáramos la importancia en nuestra vida, y más en estos momentos, del pararse a pensar y tomar conciencia del mensaje de Jesús, pero desde la perspectiva de la interiorización que debe suponer la venida del Espíritu Santo.
Para “iluminar” nuestra reflexión os proponemos una lectura de un texto de José Arregui más las tradicionales de los Hechos. Más que preguntas deberíamos exteriorizar las respuestas que nos plantea la interpelación del mensaje desde la consciencia e interiorización del mismo.
1ª Lectura. Texto de José Arregui
Se hace entre dos personas alternando los párrafos normal y cursiva.
En el Credo decimos «Creo en el Espíritu Santo», y es mucho más que un artículo de fe. Convertir al Espíritu en artículo de fe es una ofensa grave al Espíritu de Dios, el Espíritu de la vida y del consuelo, el Espíritu de Pentecostés.
Es el Espíritu que movió a Jesús. Es la energía materna de Dios que habita en el corazón de la materia o, mejor, la constituye. Es el seno materno de Dios, el «beso de la vida», el verdor de la vida, el abrazo de todos los seres. Es llama de amor viva, amorosa intimidad, apasionada cercanía y divina creatividad.
Cree en el Espíritu Santo de Dios que mora en nosotros, suscitando y cuidando la confianza en las horas oscuras.
Es espíritu, alma, vida. Es dinamismo, relación, comunión divina. Es aliento, viento, agua. Es ungüento, es consuelo, es compañía. Es el tú de todo yo, el yo de todo tú, el nosotros de todo tú y de todo yo.
El Espíritu de Dios nos alienta para que nunca desesperemos de nosotros mismos y del futuro de la creación, a pesar de tanto horror y tanto llanto.
Es el «Espíritu de la verdad» (Jn 16,13), que nos lleva a trascender todas nuestras nociones y lugares de verdad; nos lleva a conocer una verdad que no es ante todo del orden del pensar y del saber, sino del orden del ser y del hacer
Nos ayuda a discernir nuestra realidad más concreta, a conocer el bien que llevamos en nosotros nos ayuda a conocer y aceptar la fragilidad, el error, el daño y el engaño
Es el Espíritu del consuelo o de la solidaridad: » El Espíritu no desenmascara nuestra verdad como fiscal, sino como Paráclito: como consolador, abogado, defensor, compañero, solidario.
El Espíritu nos habilita para ejercitar un consuelo que proporciona al otro, frágil como yo, un suelo donde apoyarse sólidamente; un consuelo en forma de solidaridad protectora y paciente.
Es el Espíritu de la fidelidad y de la perseverancia. Es el amor fiel e irrevocable de Dios. Es la presencia de Dios que mora y permanece siempre con nosotros, que nos da fuerza para resistir en la prueba, para la «paciencia histórica» hoy más indispensable que nunca. Es la misericordia de Dios, fundamento de nuestra esperanza.
Cree en el Espíritu Santo, pues:
«sin el Espíritu Santo, Dios está lejos, Cristo permanece en el pasado, el evangelio es letra muerta, la Iglesia es una pura organización, la autoridad es tiranía, la misión es propaganda, la liturgia es simple recuerdo, y la vida cristiana es una moral de esclavos.
Cristo resucitado está aquí, el evangelio es una fuerza vivificadora, la Iglesia significa la comunión trinitaria, la autoridad es un Pentecostés, la liturgia es memorial y anticipación, y la acción humana es divinizante»
Amiga, amigo, cree en el Espíritu de Dios y déjate recrear. No desistas, no te cierres, no mueras. Déjate mover, transformar, ensanchar. Déjate acompañar y consolar. Déjate querer como eres, y vive y crea.
2ª Lectura. Las lenguas de fuego Hc. 2, 1-5
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos.
La confusión, claridad de las lenguas. Hc. 2, 6-9
Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor al oírlos hablar cada uno en su propia lengua. Oían hablar en gallego, vascuence, catalán, castellano, quechua, aimara, chino, rumano, caló, suahili, árabe, inglés… Hasta en bable hablaban.
Estupefactos y admirados decían: « ¿Es que no son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo cada uno de nosotros los oímos en nuestra propia lengua nativa?
Entonces Pedro, presentándose con los Once, levantó su voz y les dijo: Que os quede esto bien claro y prestad atención a mis palabras: Esto es lo que según el profeta dice Dios: Sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu. Y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
Propuesta para reflexión de todos “No os dejaré huérfanos, vendré y estaré día a día con vosotros, hasta el fin de los tiempos” Esta es la promesa de Jesús. Así anunció su presencia entre nosotros. El Espíritu Santo es el re-presentante, es decir, el que ahora está presente (o debe estarlo), ocupando el lugar de quien lo dejó en su nombre entre nosotros. Jesús se reunió con el Padre/Madre, pero ¿realmente hemos acogido entre nosotros su espíritu…y cómo lo hemos hecho? No es tanto una pregunta, sino una invitación a la reflexión, y que quien quiera ahora tomar la palabra, tal vez quiera compartirla desde alguna vivencia personal de haber sentido la llegada del Espíritu
Ofrendas. El símbolo que ponemos sobre la mesa como representación de nuestra ofrenda es una botella, una botella vacía sin tapón, como símbolo de la actitud de estar en disposición de apertura y dejarnos llenar, invadir por el Espíritu.
Ofrecemos el pan y el vino que en la distancia vamos a compartir. Son símbolos del trabajo y de la alegría del próximo encuentro físico que deseamos.
Consagración
Invocamos el Espíritu de Jesús para repetir y perpetuar su gesto de entrega total y voluntaria. Ofrecemos también este
Pan ↘ que Jesús tomó en sus manos diciendo “tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo que se entrega por toda la humanidad”
Vino ↗ tomó Jesús también una copa de vino y dijo “bebed de este cáliz que contiene mi sangre, sangre de alianza nueva y eterna y que será derramada por todos los hombres y mujeres de todos los pueblos. Hacedlo en memoria mía”
Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección ¡ven, Señor Jesús!
Unimos nuestros corazones y rezamos juntos el Padre Nuestro y a continuación con el símbolo que cada uno/a quiera nos damos la Paz
Comunión Compartimos en la distancia el pan y el vino y pasamos a la
Acción de gracias. Desde lo más íntimo de nuestro corazón cada una de nosotras y de nosotros damos gracias por haber podido experimentar en nuestra vida el espíritu de tu amor y haber podido contribuir a hacérselo sentir a los demás. Hace años que llevamos adelante un esfuerzo de lucidez y discernimiento para ir conociendo lo más auténtico de tu espíritu, esa energía materna que movió a Jesus y que queremos que nos ayude también a actuar a nosotros. Pero esta tarea de búsqueda y acercamiento a lo más nítido de ti no habría sido posible sin la Comunidad y por ello queremos darte gracias una vez más por la fortuna que supone formar parte de ella.