CELEBRACION DE LA PENITENCIA.                                                          ( 27 de Marzo de 2015 )

INTRODUCCIÓN.

La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y   para cada creyente. Pero sobre todo es un “tiempo de gracia” (2Cor. 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: “Nosotros amemos a Dios, porque él nos amó primero” (1Jn. 4,19). Su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que, cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás. No nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.  (Papa Francisco)

 

INVITACIÓN AL PERDÓN.

Dios compasivo, tu perdón no es más que una de las manifestaciones de tu amor y está en conexión directa con el amor al prójimo. Entre los seres humanos es impensable un verdadero amor que no lleve implícito el perdón.

El perdón tiene que ser, no un acto, sino una actitud, que se mantiene toda la vida y ante cualquier ofensa.

Para entrar en la dinámica del verdadero perdón debemos tomar conciencia de nuestro verdadero ser y de la manera de ser del verdadero Dios.

Señor, no es fácil perdonar, como no es fácil amar. Va en contra de todos los instintos. Va en contra de lo razonable. Los razonamientos nunca nos convencerán de que tenemos que perdonar.

Por el camino descubrimos que perdonar, no es hacer un favor al otro, sino entrar en una dinámica de verdadero amor, que nos permite paz, armonía interior y bienestar.

No solo el ofendido necesita perdonar para ser humano, también el que ofende  necesita del perdón para recuperar su humanidad.

Para descubrir porque tenemos que seguir amando al que nos ha hecho daño, tenemos que descubrir los motivos del verdadero amor a los demás.

La mejor manera de convencernos de que Tú nos ha perdonado, es descubrir que aquellos a quienes ofendimos nos han perdonado. Solo así estaremos dispuestos a perdonarnos a nosotros mismos, recuperando la paz interior, imprescindible para seguir adelante.

SEÑOR, ENSEÑANOS A PERDONAR.

LECTURAS.

1.         (1Cor. 12, 25-27)  “Cuando un órgano sufre, todos sufren con él. Cuando a uno lo tratan bien, con él se alegran todos. Pues bien, vosotros sois Cuerpo de Cristo, y cada uno por su parte es miembro”.

¿Tenemos la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal, que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc. 16, 19-31)

SILENCIO. (Música. 2 m’.)

2. ( Gen. 4, 9) “¿Dónde está…, tu hermano?”

Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas, que nos narran el    sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?  “¿Dónde está tu hermano?”

SILENCIO. (Música. 2 m’.))

3.         ( Hech. 1, 8) “Recibiréis fuerza, cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, y así seréis testigos míos en Jerusalén y también en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra”.

Todos aquellos y aquellas que van dando su vida, en el día a día y dándola totalmente, en el momento final de su caminar, son testigos del proyecto de Dios para la Humanidad, para el Universo; responden con lo mejor que tienen al sueño de Dios, al Reino de Dios.

Ser cristiano, cristiana, es dar testimonio; responder con la propia vida a las llamadas del Reino y denunciar proféticamente la iniquidad del anti Reino. Responder diariamente, con fidelidad, al Amor de Dios en el servicio fraterno. Es ser coherente con la palabra hecha anuncio y con el anuncio hecho práctica.

“Seréis mis testigos hasta los confines de la Tierra”. Hemos de ser testigos del supremo testigo, Jesús de Nazaret, proclamado en el Apocalipsis como “El Testigo fiel”. Él vino para hacer la voluntad del Padre, testimoniando radicalmente el Amor de Dios. Él vino para que tuviéramos vida y vida plena. Él repitió ante sus perseguidores y todo el pueblo, que sus obras daban testimonio de Aquel que lo envió.

Para dar testimonio hemos de renovar con pasión, con radicalidad, con alegría nuestro seguimiento de Jesús en la búsqueda del Reino, en la vivencia del Reino, en la celebración del Reino, en la invencible esperanza del Reino.                                                          (Pedro Casaldáliga)

SILENCIO.  ( Música. 2 m’. Como siempre, podemos expresar testimonios de vida,  de confianza y de esperanza, mejor que abundar en reflexiones).

CANTO:  (Pedimos en oración a Dios nos enseñe a preferir a los preferidos de Jesús. Que nos dé firmeza de corazón para amarles como Jesús. Y que seamos consecuentes con nuestra oración.)

EL SEÑOR ES MI FUERZA. (pag. 3)

ORACIÓN DE PERDÓN.  VEN, SEÑOR, JESÚS.

Queremos imitar tu espíritu de servicio y entrega a los demás, queremos aprender de ti, Jesús, que te empeñaste en ayudar a todo aquel que se cruzaba en tu camino.

VENGA a nosotros tu reino, Señor

Queremos ser espejos de ti y reflejar a través de los hechos que somos seguidores tuyos,

Queremos aprender de ti, Jesús, que nos mostraste a través de toda tu vida cómo era el Padre Dios.

GUÍANOS por tus caminos, Señor

Queremos dar alegría a los que sufren y compartir con los más necesitados lo que tenemos, queremos aprender de ti, Jesús, que viviste entregado a la causa de los pobres y marginados.

LLÉVANOS a Dios

Queremos traducir con hechos en nuestra vida la fe y el cariño que te profesamos,

Queremos aprender de ti, Jesús, que fuiste fiel a tus principios y a tu misión, aun a costa de tu vida.

VEN, Señor Jesús.                                        ( Mari Patxi Ayerra )

RECONCILIACIÓN.  PADRE NUESTRO

Padre nuestro, bueno y cercano, que estás en ese cielo que siempre está llegando.

Tu nombre será santificado cada vez que liberemos a un hermano, de la opresión, del oprobio y del trabajo esclavo.

Venga tu Reino de justicia, amor y fraternidad.

Hágase tu voluntad, que seguro no coincide con la de los poderosos.

 

Perdona las ofensas que te causamos en nuestros semejantes.

Y no nos dejes caer en la tentación de ser intransigentes con los demás, ni caer en la tentación de no hacer, ni decir nada.

Líbranos de la tentación del poder, del dinero, del confort; que hay pobres en el mundo, cuya vida pende de un plato de arroz.

Y líbranos del mal del egoísmo. AMEN

GESTO DE RECONCILIACIÓN. (Nos damos un abrazo con el/la que tenemos al    lado, lo suficientemente largo, como para sentirnos y expresarnos que perdonamos y que nos sentimos perdonados).

CANTO FINAL.  ANUNCIAREMOS TU REINO, SEÑOR. (pag. 40 )