Padre nuestro de Patxi Loidi
Padre nuestro que estás en el cielo.
Padre que no eres de esta tierra,
pero sí que estás en esta tierra;
porque eres nuestro, te podemos poseer.
Sea santificado tu nombre, y bendito.
Sé tú bendito y conocido.
Que sepamos ver tu rostro de verdad,
tu rostro diferente,
marcado por la ternura, la espera y la esperanza
de tus hijos.
Venga a nosotros tu Reino.
Venga tu Espíritu,
tuyo y de Jesús,
y se enseñoree de nuestros corazones
y reine ya con fuerza,
para que no se quede en nosotros
sino que llegue al mundo y a sus estructuras.
Así vendrá tu Reino.
Hágase tu voluntad, así en la tierra como se hace en el cielo.
Que nos haga hermanos
en esta tierra que es tuya
y no de ninguno de nosotros.
Que haga nacer ya la ciudad del futuro.
Que vivamos pendientes de tu plan de salvación
para que todo el mundo sepa que hay otra tierra,
un lugar donde cabremos todos.
Danos, Señor, nuestro pan de cada día.
Danos trabajo y salud.
Danos ganas de trabajar la tierra
y poder comer.
No nos des de comer, tú,
aunque todo, al fin y al cabo, viene de ti.
Danos espíritu de justicia
para que nos repartamos entre todos lo que es de todos.
Danos hoy el pan de hoy,
no el de mañana ni el de pasado mañana,
para que no pongamos nuestra seguridad
en nadie más que en ti,
ni robemos el pan de hoy a los otros
para tener seguro el pan de mañana.
Y perdona nuestras culpas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Perdónanos, tú que sabes de qué estamos hechos
y de qué barro nos hiciste.
Perdónanos,
a ver si nosotros también llegamos a perdonar.
A veces nos dicen
que primero tenemos que perdonar nosotros
para que después Tú nos puedas perdonar.
Pero no.
Esto sería poner condiciones a tu perdón
y querer arrancarte, a base de méritos,
la gratuidad de tu don.
Perdónanos primero tú
y así nosotros haremos de tripas corazón
y perdonaremos a nuestros deudores.
Y no permitas que caigamos en la tentación.
No nos abandones en la tentación.
No nos dejes en manos del placer,
del consumo, de la pura y desnuda ciencia,
de la más pura y sabia filosofía,
del mero humanismo,
de los valores que están de moda,
de los partidos, del cansancio y del desengaño,
del aburguesamiento
que traen los años que llevamos encima,
de la suficiencia,
del fariseísmo,
de nuestra capacidad de autoengaño,
de olvidarnos de ti.
No nos dejes,
que somos muy débiles,
aunque a veces no lo parecemos.
Mas líbranos de cualquier mal.
De la ceguera,
de la sordera,
del endurecimiento del corazón,
de la instalación en la vida,
de la soberbia,
de hacernos los escurridizos
cuando tú apareces por la otra bocacalle.
¡Líbranos del Mal!
Y danos la alegría de poder decirte cada día
¡Abbá Padre! de todo corazón.
Y que cuando nos reunamos en tu nombre,
nos atrevamos a decir con toda confianza:
PADRE NUESTRO…