Las mujeres que Jesús no condena 11 de marzo de 2012
Saludo y presentación
El relato bíblico ha transmitido durante siglos la idea de la mujer como complemento, casi apéndice del hombre, sin entidad propia o con una entidad asociada a la perdición. Eva, aliada con la serpiente, es la responsable de la pérdida del “paraíso”. Adán, una víctima de ese ser “desobediente” que se atrevió a tener el deseo de ir más allá, que en este caso fue el deseo de saber, de acceder al conocimiento.
Eva se sintió interesada por un árbol, el árbol de la ciencia cuyo fruto contenía el conocimiento del bien y del mal. El deseo no tenía lugar en la vida idílica del Paraíso, pero sabemos que sin deseo no hay Vida, es el deseo lo que mueve al ser humano a avanzar, a saber, a crecer…. a convertirse en persona y no quedarse únicamente en animal racional. El deseo o, dicho de otro modo, la capacidad de desear es el motor que impulsa el avance y la prosperidad; pues bien, el deseo -según el relato bíblico- fue de Eva, no de Adán. Eva se atrevió a tener deseos propios que no fueron admitidos por los rígidos “biempensantes” que respetaban escrupulosamente, obsesivamente incluso, las sagradas escrituras. Sólo cuando el deseo de Eva se encontró con la capacidad de acogida y comprensión de un hombre que también deseó, que deseó la salvación para todos, deseó la igualdad, deseó la concordia, deseó que hombres y mujeres desearan juntos, sólo entonces, Eva/mujer no fue condenada. A Eva/mujer la han condenado siempre los hombres apegados a las tradiciones, esclavos de sus pre-juicios, sometidos a leyes de desigualdad, en definitiva, los que nunca se atrevieron a desear ir más allá.
Canción o música: Música de Bebe
1ª Lectura: Jn 8, 1-11 versión moderna (Francisco Murray)
Entonces le presentaron a Jesús varias mujeres “sorprendidas” en distintas situaciones que los escribas y fariseos de estos tiempos tienen la certeza que son meritorias de condena…
Para que Jesús las condenara, apelaron a la ley del más fuerte, a las leyes del Imperio, a las leyes de la religión acomodada, a las leyes del mercado y a las nuevas leyes aprobadas por el Congreso.
Jesús no tenía escapatoria esta vez, pues tenía todo el peso de las múltiples leyes para condenarlas. Le trajeron:
– Una mujer con retraso mental que había sido violada…
– Una mujer indígena que se había opuesto a que le quitaran las tierras que su comunidad habita desde remotos tiempos
– Una mujer golpeada que quiso librarse del compañero que la maltrataba y por ello se había ido de casa…
– Una mujer que comercializaba con su cuerpo porque no tenía otro medio de ganarse la vida y alimentar a sus hijos…
– Una mujer con Sida que había sido contagiada por su compañero…
– Una mujer emigrante que, en una patera, trataba de huir de la violencia, la pobreza y la mala vida…
– Una mujer que se negaba a mutilar su clítoris porque quería respetar la integridad de su cuerpo y su derecho la sexualidad plena…
– Una mujer expedientada en su empresa porque soliviantaba a las demás reclamando igualdad de salarios a igualdad de puestos…
– Una mujer a la que acusaban de hereje porque defendía la igualdad entre hombres y mujeres en el seno de la Iglesia.
– Una mujer feminista que luchaba por reivindicar sus derechos de género…
Recuerdo sólo estas, aunque eran muchas más. Sé que las había de todas las partes del mundo.
Y Jesús se puso a escribir en la tierra cosas ininteligibles. Algunos creyeron que estaba repasando el derecho civil, el derecho penal, el derecho canónico…para ver qué artículo citar y salir bien parado de esta situación. Otros creyeron ver en sus ojos cómo elaboraba su indignación.
Pero lo que muy pocos percibieron, o casi ninguno, fue que Jesús, en realidad, “se inclinó” frente a las mujeres.
Y no dijo “el que no tenga pecado, que tire la primera piedra”…porque conocía sus argumentos. Pero tuvo temor de que hicieran daño a estas mujeres… Por eso no repitió aquella frase. Esta vez, después de inclinarse frente a ellas, se levantó, tomó con sus manos el mentón de cada una y cariñosamente lo levantó para que no siguieran mirando hacia abajo avergonzadas, sino que recuperaran su dignidad. Luego, las miró transparentemente a sus ojos…a cada una…
Y a todas, todas, les dio un abrazo, las trató de igual a igual…y les dijo: “yo no te condeno”.
Todos, desde los más poderosos hasta los no tan poderosos (pero bien machistas), entre ellos los defensores de “los valores tradicionales”… (pero olvidadizos de la justicia y la misericordia), se fueron retirando. Estaban desilusionados porque aquél que decían el Señor de los Ejércitos, el hijo de Dios Todopoderoso, El Mesías Rey, el Señor de los Señores, no había cumplido la misión encomendada…
Claro, “si era sólo Jesús de Nazaret el hijo del carpintero y la muchachita esa…”
2ª Lectura: Lucas 7,36 a 8,3
Un fariseo lo invitó a comer con él. Entró en casa del fariseo y se recostó a la mesa.
En esto, una mujer conocida en la ciudad como pecadora, al enterarse de que estaba a la mesa en casa del fariseo, llegó con un frasco de perfume, se colocó detrás de él junto a sus pies llorando, y empezó a regarle los pies con sus lágrimas; se los secaba con el pelo, se los besaba y se los ungía con perfume.
Al ver aquello, el fariseo que lo había invitado dijo para sus adentros:
– Éste, si fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo está tocando y qué clase de mujer es: una pecadora.
Jesús tomó la palabra y dijo:
– Simón, tengo algo que decirte.
Él respondió:
– Dímelo, Maestro.
– Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como ellos no tenían con qué pagar, se lo perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le estará más agradecido?
Contestó Simón:
– Supongo que aquel a quien le perdonó más.
Jesús le dijo:
– Has juzgado con acierto.
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
– ¿Ves esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies; ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha secado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró no ha dejado de besarme los pies. Tú no me echaste ungüento en la cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus pecados, que eran muchos, se le han perdonado, por eso muestra tanto agradecimiento; en cambio, al que poco se le perdona, poco tiene que agradecer.
Y a ella le dijo:
– Tus pecados están perdonados.
Los comensales empezaron a decirse:
– ¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?
Pero él le dijo a la mujer:
– Tu fe te ha salvado; vete en paz.
A continuación fue también él caminando de pueblo en pueblo y de aldea en aldea, proclamando la buena noticia del reinado de Dios. Lo acompañaban los doce y algunas mujeres, curadas de malos espíritus y enfermedades: María, la llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, la mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana, y otras muchas que les ayudaban con sus bienes.
Palabra de Dios
Música: Te recuerdo Amanda
Introducción al diálogo
La proximidad del día internacional de la mujer nos acercó a plantear en esta celebración, como tema director y de reflexión, la situación de la mujer en el mundo en general y en nuestro entorno en particular. Es cierto que nosotros no tenemos la visión de la mujer -que por desgracia es común en muchos lugares- como de un ser con menos derechos y susceptible de ser sometida o, al menos, de tener un papel secundario. Pero también es cierto que no hemos alcanzado del todo la plena igualdad y que la reflexión sobre su situación en un ámbito más general nos ha de hacer redoblar nuestros esfuerzos para colaborar en la erradicación de la desigualdad.
No planteamos el tema desde un feminismo radical, que puede ser considerado maniqueo, sino que pretendemos echar una mirada sobre la situación social y humana de la mujer hoy, siglo XXI en nuestro país y en todo el mundo.
Desde siempre -nadie ha podido poner fecha a cuándo esto empezó a ser así- a la mujer le corresponde en la historia de la humanidad el papel de segundona. Y, como consecuencia, se han sucedido siglo tras siglo situaciones de violencia, psíquica o física, más o menos extremas contra las mujeres y esto hoy día continúa. Sobre ello queremos poner hoy el foco.
Es evidente que hay muchos avances en el terreno de la dignificación de la mujer y en su posición en pie de igualdad con el hombre, pero es evidente también que aún queda un enorme trabajo por hacer.
Parodiando al escritor de la novela «Millennium» que muchos de vosotros habéis leído, podríamos hacernos una pregunta retórica: “¿Porqué hay hombres que no aman a las mujeres?». Podemos responder a esta pregunta o hacer nuestra propia reflexión sobre este tema.
Y a ello os invitamos.
Acto penitencial
Antes de presentar las ofrendas, vamos a reflexionar brevemente sobre el pecado social, estructural, que se comete contra la mujer en múltiples áreas. Juntos pidamos perdón por no haber hecho lo suficiente para colaborar a su erradicación. (Decimos todos: “Pedimos perdón”)
– en el trabajo donde la mujer sufre mayores niveles de paro y menores niveles de ingresos por el mismo trabajo que los hombres,
Pedimos perdón
– en el ámbito religioso, eclesiástico, por la insufrible misoginia de todas las religiones, y especialmente de la nuestra, de nuestra iglesia,
Pedimos perdón
– en la sexualidad, donde la mujeres sufren humillación, menosprecio y graves ofensas a su dignidad, cuando no brutales amputaciones,
Pedimos perdón
– en el ambiente familiar, donde sufren maltrato físico, moral y emocional que causa graves sufrimientos y, a veces, hasta la muerte.
Pedimos perdón
Ofertorio: (recordatorio de la colecta extraordinaria):
- Pañuelo de las madres de la plaza de Mayo
- Revista Umoya – premios Nobel africanas
- Pasaporte, símbolo de identidad
- Ofrendas de los asistentes: claveles
- Colecta extraordinaria
Pan y vino:
Anáfora
Equipo.- Comencemos la oración pidiendo que el Señor esté con todos nosotros. Y ¡levantemos el corazón!
TODOS.- ¡Lo tenemos levantado hacia el Señor!
Equipo.- Nos hemos reunido hoy aquí, Señor, para celebrar tu memoria, como nos enseñaste. En esta celebración hoy queremos acordarnos de la mujer, de tantas mujeres que cada día trabajan y luchan por su supervivencia y la de los suyos, por tantas que se entregan a los demás, por tantas que hacen un mundo mejor.
Equipo.- Bien cerca tuviste a una mujer extraordinaria, tu madre, de la que tantas cosas aprendiste a lo largo de tu vida, que tanto te enseñó a pensar en los demás, de la que tantas cosas quedan en tu mensaje, mensaje que queremos que sea el faro de nuestra vida.
Equipo.- Seguramente en parte por ello, en tu mensaje de salvación te dirigiste tantas veces a la mujer y defendiste su dignidad.
TODOS.- Nosotros nos sentimos felices pues nos mostraste que la salvación no ha de venir del poder y la riqueza, valores más masculinos, sino de la sencillez, la pobreza y la debilidad, valores más femeninos de nuestra personalidad.
Equipo.- Te damos gracias porque pusiste a los humildes por delante en el reino, de manera que los pobres, los marginados y los últimos de la sociedad, se convierten en paradigma de la salvación.
Equipo.- Y te dirigiste a las mujeres, que ocupaban el último lugar en la sociedad, para ensalzar sus valores y su papel, para defender su dignidad, para defender incluso su vida en una sociedad que asumía con naturalidad su naturaleza de seres inferiores.
Equipo.- Tu madre, María, personifica la opción preferencial de Dios por los pobres, el triunfo de Dios en lo débil y la parcialidad de Dios hacia todos los que sufren.
TODOS.- Ayúdanos Señor para que seamos audaces y valientes en aceptar esta realidad, para que comprendamos que la salvación nos viene de los débiles, también de la mujer, aunque rompa muchos esquemas estereotipados de la sociedad en que vivimos.
Equipo.- Somos conscientes, Señor, de que en esta sociedad en la que se venera fundamentalmente el triunfo, el éxito, el dinero, el poder, no es nada fácil que tu mensaje del Reino de Dios encuentre oídos que quieran escucharlo, labios que quieran predicarlo y conciencias y corazones que estén dispuestos a vivirlo.
Equipo.- Perdonaste siempre. Perdonaste a la adúltera avergonzando a quienes la condenaban. Nunca condenaste. Defendiste siempre a los más débiles y olvidados. Defendiste siempre a la mujer. Brindamos por ello.
TODOS.- Santo, santo, santo…
Equipo.- Queremos hacer presente ahora, Señor, aquella noche en la que tu hijo se despedía de sus amigos, pues presentía lo que le esperaba por ser fiel hasta el final, y estando cenando con ellos, tomó el pan, te dio gracias, lo partió y lo repartió diciendo:
TODOS.- TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL PORQUE ESTO ES MI CUERPO QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.
Equipo.- Del mismo modo, acabada la cena tomó la copa, también te dio gracias y se la dio diciendo:
TODOS.- TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL PORQUE ESTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE. SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA QUE SERA DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR TODOS. Y HACED ESTO EN MEMORIA MíA.
Equipo.- Porque así lo creemos, manifestamos que éste es el sacramento de nuestra fe.
TODOS.- Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven señor Jesús.
Equipo.- Gracias Señor por tu generosidad y tu entrega hasta sus últimas consecuencias.
Equipo.- En los momentos más difíciles de sufrimiento y en la misma cruz, cuando todos te abandonaron salvo unas cuantas mujeres, una de ellas, tu propia madre, nos dio ejemplo hasta el final siendo un testigo fuerte, aunque doloroso, de tu fidelidad al Padre y al mensaje del Reino que tú predicaste.
TODOS.- Señor, que todo esto que estamos celebrando impulse a esta comunidad a reconocer aún más el papel y la dignidad de la mujer y a impulsarlos donde nuestra fuerza alcance.
Equipo.- Que el ejemplo de una mujer, tu madre, que fue modelo de fortaleza y fidelidad, y tu ejemplo nos ayude a cambiar las estructuras sociales, económicas y políticas de nuestra sociedad actual para que cese la marginación de la mujer, que causan tanto dolor y sufrimiento a tantas personas.
Equipo.- Con este propósito unimos nuestras manos y decimos la oración que Jesús nos enseñó: PADRE NUESTRO……………
Padrenuestro y abrazo de paz
Comunión: música tipo adagio
Plegaria de acción de gracias:
Gracias por las mujeres que, con una sonrisa en el rostro, expresan un sentimiento de alegría ante tantas adversidades.
Gracias por las mujeres que intentan a diario suavizar algún corazón de piedra para dar paso a la sensibilidad, la ternura, la compasión y la indignación teñida de propuestas.
Gracias por las mujeres que dicen que el perdón es uno de los ejes centrales en la práctica del Evangelio de Jesús para conseguir un mundo reconciliado.
Gracias por las mujeres que, frente a la tristeza y el desencanto, abren todas las ventanas de su casa al sol de la ilusión, del encanto, de la solidaridad.
Gracias por las mujeres que emplean sus manos, su mente, sus pies en el servicio gozoso de los demás.
Gracias por las mujeres que, más allá de la crisis, mantienen, ofrecen y practican la esperanza en otro mundo mejor y posible
Gracias por las mujeres y los hombres de esta comunidad en la que siempre, desde su origen, hemos luchado juntos en igualdad, sin diferencias
Finalmente gracias Padre-Madre porque nos quieres infinitamente y de igual manera sin distinción entre hombres y mujeres.
Canción: Vamos juntos (tres primeras estrofas) página 85
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