LA EUCARISTIA ¿A QUÉ NOS COMPROMETE?. 8 de febrero de 2015
Música
Saludo y Acogida,
1º Presentación del Tema
Una vez más, un domingo más nos reunimos para celebrar la eucaristía en esta rutina casi semanal que mantenemos. ¿Rutina?, ¿podemos llamarlo así? Vamos a profundizar hoy en su significado y probablemente nos afianzaremos en la idea de que, precisamente, su sentido es evitar la rutina, que tantas veces se ve en otras celebraciones.
La última cena, que rememoramos en cada celebración, involucra a los discípulos de Jesús, pero también a sus seguidores de todos los tiempos, para los que escribe Marcos. En ella todos recordamos que Jesús se da hasta el extremo; la idea central es el servicio, la entrega. El evangelio de Juan no habla del pan y el vino pero sí del lavatorio de los pies, no como los sinópticos. Pero tanto en uno como en los otros está presente la idea del servicio, la generosidad que infunde el espíritu de Jesús.
Jesús nos dice que el pan es su cuerpo. En la antropología de la época cuerpo es igual a persona. Tomar, pues, el pan es identificarse con Jesús, aceptarlo como norma de vida, como referencia de la propia vida, que ese pan nos sirva de alimento que nos da fuerza para ello.
Beber de la copa es identificarse con su sangre, la que “se derrama por todos”. Tomar el vino es identificarse con su muerte violenta, despojado de su dignidad, muerte reservada a lo más bajo de la sociedad y causada precisamente por una vida de servicio, de entrega a los más excluidos y necesitados, por una crítica al poder y a la opulencia que ignora y margina a esas víctimas del sistema. Con ellos, con los excluidos, Jesús comía y reía, a ellos los perdonaba y ayudaba, a ellos los incorporaba al reino de Dios por delante de los poderosos, los letrados y los sacerdotes. Con estos, en cambio, mantuvo una actitud de confrontación y de acusación constante, lo que lo llevó a la cruz.
Aceptar la vida de Jesús es aceptar y asumir su misión profética. Este es el sentido profundo de la eucaristía que nos congrega cada semana. Por eso es el centro de las comunidades cristianas: es el testamento de Jesús. Es en su celebración donde se forjan los discípulos. Es una renovación del compromiso, pero también es una fuerza que nos da el espíritu de Jesús a través del pan y el vino, como signos, para continuar adelante. Nos sirve para retomar fuerzas para continuar con el compromiso, para tenerlo siempre presente.
No es pues un sacrificio que tenga que expiar nada. Dios no puede querer el sacrificio de nadie para expiar no sé qué ofensas. No es el acto de culto ritual y sagrado en el que se ha ido convirtiendo a lo largo de los siglos.
Pero sí es algo que repetimos precisamente para seguir ese testamento, ese mandato que nos dejó: Haced esto en mi memoria, repetid esto, haced lo mismo que hago yo, entregaos vosotros también, que yo estaré allí con vosotros. Durante siglos la eucaristía se llamó “la fracción del pan”; no se trataba del pan como cosa, sino como fracción, gesto de partir y comer.
Acabemos. La eucaristía no es algo que me da seguridades a cambio de nada. No puede ser un rito o una rutina. No se puede celebrar la eucaristía y salir igual que se entró. Si no hemos cambiado en nada, es que ha quedado reducida a un inútil rito sagrado. ¿Así lo percibimos? ¿Es esto lo que nos congrega cada semana? ¿Salimos igual que entramos?
2º Momento del Perdón y abrazo de Paz.
Como hemos oído en la presentación, la celebración de la Eucaristía no puede ser compatible con nuestros egoísmos, con nuestro desprecio por los demás, con nuestras manías y rivalidades, con nuestros complejos de superioridad.
Los seres humanos tenemos que liberarnos de nuestro ego, de la falsedad de nuestro yo individual y egoísta que se cree independiente del resto de la creación, descubriendo nuestro verdadero ser
Nos ha parecido oportuno a este grupo de preparación, tomarnos un momento de interiorizar lo que significa el pedir perdón de corazón y la reconciliación (si cuando llevas tu ofrenda al altar, sientes que tienes algo contra tu hermano, déjala y reconcíliate primero con él), por eso vamos a pararnos para pedir perdón y luego nos vamos a dar el abrazo de paz o reconciliación.
Te pedimos que cambies este corazón de piedra, por otro de carne que sienta lo que significa, estar con las personas que sufren carencia de cualquier necesidad, hogar, alimentos, compañía cariño y libertad.
Te pedimos Señor que con el próximo, PROJIMO tengamos la empatía necesaria para saber qué es lo que necesita y estemos en su sintonía.
Te pedimos Señor que nos ayudes a no acomodarnos a nuestras pobres y falsas seguridades que no nos dejan avanzar hacia lo que tú nos enseñaste con tu vida, SER HOMBRE AL SERVICIO DE LOS DEMAS, SIENDO EL PRIMERO EN SERVIR.
Te pedimos en fin, Señor, Perdón porque se nos olvida que solo en la comunidad puede hacerse presente Jesús y su significado en la última cena y solo desde el Amor se puede llevar a cabo.
Por tanto, pedimos perdón también a la comunidad, representada en quienes tenemos ahora más cercanos. Nos pedimos perdón, perdonamos y una vez perdonamos, nos damos un abrazo de PAZ de manera que nos acerquemos al altar renovados.
CANTO: Pág. 7 Hombres nuevos
3º Lecturas
Como lecturas para hoy hemos elegido dos pasajes del evangelio, relacionados con la Eucaristía: el primero es el escena de los panes y los peces, tomado de capítulo 6 de Marcos, aunque los cuatro evangelistas relatan esta acontecimiento. Este relato avanza la última cena, destacando el “milagro de la solidaridad”. Frente a los discípulos que proponen “despídelos…”, Jesús opone “dadles vosotros de comer”.
Marcos, 6,30-43
El segundo texto, de Juan, capitulo 13, es el pasaje del lavatorio de los pies y el testamento de Jesús, con un mandamiento nuevo. Juan no relata la Eucaristía, que ya estaba descrita en los evangelios sinópticos. Se centra en el servicio y en el amor.
Juan, 13, 2-5, 14-15, 34-35
4º Diálogo
Hemos reflexionado en la introducción sobre el sentido de la eucaristía. Comenzábamos preguntándonos qué tiene de rutina y acabábamos concluyendo que no puede ser un mero rito, que comer el pan y beber el vino es identificarse con Jesús, con su norma de vida, con su mensaje y con su muerte violenta.
En la eucaristía recordamos que Jesús se da hasta el extremo; la idea central es el servicio, la entrega.
Aceptar la vida y la muerte de Jesús es aceptar y asumir su misión profética. Este es el sentido profundo de la eucaristía que nos congrega cada semana. Por eso es el centro de las comunidades cristianas: es el testamento de Jesús.
¿Es éste el sentido que le damos a nuestra eucaristía? ¿Nos renueva? ¿Nos compromete? ¿Nos sirve para identificarnos con la vida y el mensaje de Jesús?
5º OFRENDAS
- Palanga y toalla (símbolo de lavatorio de los pies)
- Semillas Costa Rica (símbolo de la alegría)
- Bolsas
- Invitar a la comunidad si quiere hacer alguna ofrenda
- Pan y vino
6º ANÁFORA
Comunidad: Te damos gracias, Padre, por la alegría de este encuentro-celebración, y por la esperanza que suscita en nosotros. Jesús de Nazaret aceptó ser el Profeta de tu reinado. Esto le acarreó enfrentamiento y persecución constantes por parte de los jefes del pueblo, porque él defendió tu paternidad y la hermandad universal sin fronteras, así como el servicio y la solidaridad con los más necesitados como algo esencial. Jesús conto con la fuerza de tu Espíritu para llevar a cabo su misión. Gracias por contar también nosotros con esa misma Fuerza.
Lector: Te bendecimos, Padre, porque has tenido a bien que las comunidades cristianas sean las responsables de la celebración eucarística. Ni Jesús fue sacerdote, ni consagró sacerdotes. Tampoco se consagran el pan y el vino. Al repetir su gesto y sus palabras en la Última Cena y comer el pan, nos identificamos con su persona, con lo que Jesús hizo y enseñó. Al beber de la copa, nos identificamos con su sangre derramada injusta y violentamente. Esto forma un todo inseparable, como son inseparables la vida de Jesús y su muerte violenta.
Comunidad: Te alabamos, Padre, porque la entrega de Jesús hasta el extremo se ha convertido en signo y fundamento de la Nueva Alianza. Lo antiguo ha caducado. Se acabaron los sacrificios con sangre de animales para aplacar a Dios. Dios es Padre y no necesita ser aplacado, y menos aún con la sangre de su propio Hijo. La Eucaristía no es un sacrificio sagrado, por eso no necesitan ministros con-sagrados ni un lugar sagrado. Repitiendo sus gestos y palabras, Jesús se hace presente en medio de la comunidad, para que también nosotros lo sigamos con nuestra entrega hasta el extremo.
Lector: Al aceptar nosotros, sus discípulos, la muerte violenta de Jesús, y al identificarnos con ella, aceptamos al mismo tiempo los valores del Reino de Dios con una vida comprometida como la suya. Jesús se constituye, pues, en camino y norma de vida: lealtad en el amor sin pedir nada a cambio, entrega sin reservas y solidaridad con los más necesitados; lo que se traduce en servicio y solidaridad para devolver a los marginados sus derechos, la dignidad perdida y la alegría de vivir.
Lector: Rebosando alegría, cantamos el Sanctus. (pág 78)
Lector: Al celebrar la Última Cena, invoquemos al Espíritu Santo, para que se haga presente entre nosotros Jesús de Nazaret. Repitamos, pues, sus palabras y sus gestos.
Comunidad: “Mientras comían, Jesús cogió un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a ellos diciendo: -Tomad, esto es mi cuerpo”.
Comunidad: “Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la pasó y todos bebieron. Y les dijo: – Esta es mi sangre, la sangre de la Alianza, que se derrama por todos”.
– Haced esto en conmemoración mía.
Lector: Este es el sacramento de nuestra fe.
Comunidad: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor, Jesús!
LECTOR: Hacemos un momento de silencio para, recordar a nuestros hermanos, que nos precedieron en el camino hacia Ti. En especial a Marisa la mujer de Alberto, (ayer fue su aniversario) como testimonio de servicio, cercanía y ALEGRIA para que nos ayude a seguir su ejemplo.
COMUNION
CANTO: PADRE NUESTRO (Pág. 92)
Acción de gracias:
Te damos gracias, Jesús, porque nos has guiado desde hace muchos años en un proceso de renovación de nuestra fe que nos ha permitido discernir lo esencial de lo accesorio. En esta relectura hemos ido recuperando el sentido auténtico de las celebraciones. El sacerdocio comunitario nos ha hecho protagonistas, sin necesidad de otras mediaciones, y con ello ha aumentado también la conciencia de la responsabilidad ineludible de cumplir con tu mensaje.
Si tenemos fuerza para hacerlo, por más que nos cueste, es precisamente porque los domingos nos reunimos en comunidad a compartir nuestras experiencias de fe y a celebrar que estás entre nosotros.
Gracias por seguir mostrándonos el camino y por acompañarnos en él
Anuncios y entrada a presentación KARIBU