GUION                                                                                                 31 OCTUBRE 2010

Introducción trascendencia no es solo “recordar”. Es la influencia de nuestro vivir en el desarrollo de la humanidad…Hoy nos queremos enfrentar a este tema difícil, con carga emotiva…para el que no tenemos respuestas claras…para reformularlo entre todos,..

Textos sobre trascendencia

Parábola de los trabajadores en la viña

El hijo prodigo

El juicio, mateo25, 31-46

¿Apocalipsis?

Otros textos

Preguntas

Como interpretar, como estudiar, como vivir los textos…

¿Como repercute en nuestra actuación, nuestra visión del tema?

Como lo sentimos, lo vivenciamos…

Ofrendas

El trabajo de los que estamos y de los que estuvieron…

Nuestros miedos humanos, nuestras inseguridades…

Anáfora,

Momento de difuntos

Acción de gracias

Canciones

Habrá un día en que todos, Pág. 70, Nº 83

Perdonad, que llega el Reino de Dios 71, 84

Donde están los profetas 55, 67

Los segadores 53, 75

Introducción a la celebración

Como comunidad, llevamos años aprendiendo a releer nuestra fe, a discernir, de entre todo lo que nos enseñaron, qué responde a la Buena Nueva de Jesús y qué constituye por el contrario un mensaje irrelevante o, lo que es peor, que nos hace opaco a Dios, nos impide de hecho encontrarnos con la experiencia de Dios.

En algunos temas hemos sin duda avanzado. Pero otros todavía no han sido abordados con igual profundidad. Entre ellos se encuentra el de la trascendencia, el más allá,  la vida eterna…por utilizar los términos más próximos. No debe ser casualidad que aún no hayamos entrado a fondo en ello. Es un tema difícil, muy polémico y cargado de emociones.

Las personas que formamos el grupo de preparación somos conscientes de estas características del tema y de los peligros que conlleva por tanto abrirlo a reflexión. Pero también estamos convencidos de que madurar en la fe supone releer este ámbito de nuestra experiencia cristiana. De ahí que lo hayamos elegido como eje de la celebración. Preguntas cómo ¿asistiremos a un juicio en el que unos hermanos nuestros se salvarán y otros se condenarán? ¿Será cierto que, como decía Díaz Alegría, tiene que existir otra vida para que en ella gocen los que en esta sólo han sufrido? ¿Vemos justo que los malvados experimenten algún tipo de “llanto y crujir de dientes”, aunque sea en el más allá?, son interrogantes que la mayoría de nosotros nos planteamos en algún momento y que la reflexión conjunta de La Comunidad puede ayudarnos a ir desentrañando como lo ha hecho en otros ámbitos de la fe.

Pero tanto como compartimos la relevancia del tema, compartimos la importancia de tratarlo con suma delicadeza. Queremos hacer hincapié en que no traemos una respuesta a estas enjundiosas preguntas. Queremos compartir las dudas, las incertidumbres, incluso el desasosiego y los miedos que en ocasiones genera este tema. Nos proponemos y os proponemos abordarlo por tanto con la máxima delicadeza y el mayor respeto a todas las posiciones.

En otro momento de la celebración, acorde con el tiempo litúrgico y con la solicitud hecha por muchos comuneros, tendremos un recuerdo para aquellos comuneros, familiares y amigos que nos dejaron, cuyo recuerdo y ejemplo han influido en nuestras vidas y en nuestra comunidad. De alguna manera su vida pasada ha trascendido en la nuestra.

1ª Lectura

DIOS A TRAVÉS DE TODAS LAS COSAS: TRANSPARENCIA

Como primera lectura hemos elegido un extracto de Leonardo Boff. También queremos, a partir del diccionario de la R.A.E., definir algunos conceptos

Trascendencia, en su primera acepción la define como penetración, perspicacia y viene del verbo trascender, penetrar, comprender, averiguar una cosa que está oculta. Un hecho trascendental es de mucha importancia por sus posibles consecuencias y dícese de aquello que traspasa la ciencia experimental.

Por otra parte, la inmanencia es aquello que es inherente a un ser, es inseparable a su esencia, aunque pueda racionalmente distinguirse de ella

La afirmación exclusiva de la trascendencia de Dios condujo a la negación del mundo inmanente, y la afirmación exclusiva de la inmanencia de Dios en el mundo condujo a la negación del Dios tras­cendente. Y es que de la inmanencia y la trascen­dencia se hacían categorías opuestas y excluyentes que, aplicadas a Dios, tenían necesariamente que llevar a la negación del mundo o de Dios. ¿Cómo salir de este «impasse»?

Dios no es sólo trascendente ni sólo inmanente. Además, es transparente que, también en una de las acepciones del diccionario, es aquello que se deja adivinar o vislumbrar sin declararse o manifestarse. Como dice Pablo, «hay un solo Dios y Padre de todos que está por enci­ma de todo [trascendente] y en todo [inmanente]» (Ef4, 6).

En otras palabras, el que Dios sea “transparente” significa la presencia de Dios dentro del mundo, y del mundo dentro de Dios. El mundo no es negado, sino afirmado. No es únicamente mundo; es además el lugar y la propia manifestación emergente de aquello que es más que mundo, es decir, del Trascendente, de Dios.

Dios es real y concreto, porque no vive por encima y fuera del mundo, sino en el corazón mismo del mundo y más allá de él; dentro, pero sin agotarse ahí ni convertirse en una pieza del mundo.

El panenteísmo (filológicamente, «todo en Dios y Dios en todo»), que no debe confundirse con el panteísmo, afirma la autonomía de ambos polos -Dios y el mundo-, pero los pone uno en presencia de otro, en una completa inter-retro-relación.

El ser humano se descubre en una situación his­tórica muy concreta, personal, social y ecológica­mente definida, siempre junto a otros en el mundo. El hombre es el único ser de la crea­ción que no nace acabado, sino que tiene que cons­truir y plasmar su destino interfiriendo en el mundo y relacionándose con los demás. Al asumir radical­mente esa situación concreta, experimenta de he­cho quién es él: un ser inmerso en el mundo y en las diversas estructuras y coyunturas, pero también un ser capaz de elevarse constantemente por encima de ellas, de rebelarse contra ellas, de cuestionarlas, de elaborar alternativas frente a ellas y de tomar opcio­nes que lo definen definitivamente. La inmanencia es la situación dada. La tras­cendencia es la superación de la misma. Y ambas se encuentran unidas en el mismo ser humano concre­to. La inmanencia que ahí emerge y la trascenden­cia que ahí mismo se anuncia no son entidades exis­tentes en sí mismas, como cosas que  «están ahí». Nada de eso. Inmanencia y trascendencia son di­mensiones de la realidad humana concreta e histó­rica.

Dios sólo posee un significado real si emerge desde dentro de esa situación histórica concreta del ser humano; si se manifiesta como el sentido radi­cal de su vida y como la luz por la que el ser humano ve la luz.

El Dios del que dan testimonio las Escrituras judeocristianas es el Dios que irrumpe en la histo­ria humana. En rigor, no podemos elaborar sobre Él una ciencia, como si se tratara de un obje­to fijo cuyo comportamiento pudiéramos describir.

La función más importante de la ciencia consiste en prever el comportamiento futuro de los objetos que estudia. No podemos prever la intervención de Dios. De ahí que no podamos encerrar a Dios en los moldes de nuestro paradigma científico. Rigurosamente hablando, no habría posibilidad de elaborar teolo­gía alguna.

Un Dios así vivido no es una idea que planee por encima de la historia, ni es tampoco el término de un raciocinio teórico al que pueda llegarse haciendo abstracción de la vida concreta del ser humano o del pueblo. Pensar así sería tanto como caer de nuevo en la problemática de las representa­ciones estáticas -ya sea de trascendencia, ya de inmanencia- que criticábamos antes. Dios es la Suprema Realidad que surge cuando la persona radicaliza, es decir, cuando va a la raíz de la reali­dad histórica que vive.

¿No suenan tales afirmaciones como una de tantas hermosas teorías? Para que deje de sonar a teoría, debe ser remitida a aquella dimensión en la que se vive: la experiencia. En la experiencia, teoría y praxis se casan y viven juntas en una unidad fundamental. La teoría no es ya abstracción e idea vacía, sino explicitación de la praxis y la comuni­cación. La praxis no es ya movimiento irracional, sino búsqueda y realización de sentido. Es en la experiencia radical de la realidad como emerge Dios en la conciencia del ser humano. Y es gracias a la experiencia del Dios buscado y encontrado en el corazón mismo de la experiencia de lo real como éste se vuelve transparente y se transfigura en un gran sacramento comunicador de Dios. ¿Cómo articular esta experiencia?

Ofrenda

Ofrecemos los miedos, las contradicciones y las dudas que a la mayor parte de nosotros nos suscita este tema. Reconocerlos y desentrañarlos es un paso valioso y presentamos en la mesa la voluntad de hacerlo y el esfuerzo que ello nos supone.

ANÁFORA

Grupo: No siempre surge espontánea nuestra oración de Acción de Gracias, Señor. Se nos agotan las palabras y las imágenes cuando buscamos respuestas consoladoras a la cuestión del «más allá». Nuestra cultura racionalista nos conduce con frecuencia al vacío de la no-respuesta, y, a veces, a la angustia existencial.

Todos: Para hacerlo soportable nos agarramos a respuestas metafísicas sobre la vida y la muerte, la inmanencia y la trascendencia… o nos apoyamos en fórmulas esotéricas y pseudo científicas. Con ello vamos trampeando y paliando nuestra desazón vital.

Lector: Confesamos, Señor, que en ese esfuerzo nos olvidamos de tu misterio y del testimonio de vida de tu Hijo, Jesús de Nazaret

Lector: Te bendecimos y te glorificamos, Padre, por Jesucristo, nuestro hermano quien, sin recurrir a grandes sistemas de pensamiento, se afanó, como nosotros, por encontrar respuesta a la pregunta por el sentido de la vida y de la muerte.

Lector: Jesús miró al fondo de la realidad humana y descubrió, por encima del absurdo, una realidad última y definitiva, una fuerza orientadora que iluminó su tránsito por la historia: el amor que está en el origen de todo. Y ese amor lo vivó como algo personal.

Lector: Un Dios, en definitiva, a quien él llamó PADRE; de quien se sintió prendado;     en quién encontró reposo y paz, y ante quien respondió con confianza y disponibilidad plenas.

Todos: Bendito seas, Dios nuestro, por Jesucristo, nuestro hermano, que nos ha clarificado el sentido de la vida y de la muerte. Con todos los que nos han precedido en el retorno a la casa paterna, con todos los santos, te cantamos el himno de tu gloria:

SANTO, SANTO, SANTO… (Pág.78)

Grupo: Sabemos que Jesús caminó a lo largo de su vida junto al ‘Dios-misterio’ practicando el ‘Dios del Reino’. Su disponibilidad total, su seducción por el misterio y la plenitud trascendente le llevó a aceptar el cáliz amargo de la muerte para cumplir así la voluntad del Dios Padre. La última tarde, al anunciar su marcha, se lo explicó a sus amigos:

Lector:» No estéis intranquilos. En el hogar de mi PADRE hay vivienda para muchos… Voy a prepararos sitio…Así donde estoy yo, estaréis también vosotros»

Todos: La muerte es un paso para el encuentro de todos en la casa del PADRE. Para Jesús siempre se trataba de VOLVER AL PADRE, el lugar de la bondad, el amor y la paz definitivos.

Lector: Padre de Jesús y Padre nuestro, envía tu Espíritu para que ilumine nuestra desorientación y nos haga descubrir la bondad de tu acogida paterna, del mismo modo que abriste el corazón de los amigos de Jesús al convertir el pan y el vino de aquella última cena en cuerpo y sangre de vida eterna.

Cuando Jesús, tomando el pan en sus manos, lo bendijo, lo partió y repartió entre todos diciendo:

Todos: Tomad y comed. Este es mi cuerpo, que será entregado por vosotros y por todos los hombres para la liberación de todo pecado.

Lector: Del mismo modo, antes de apurar el cáliz de su vida, cumpliendo la voluntad del Padre, lo pasó a sus discípulos diciendo:

Todos: Tomad y bebed todos de él. Es el cáliz de mi sangre derramada por todos los hombres y mujeres para la resurrección de toda muerte.

Grupo: Cuando os reunáis, repetid esto en memoria mía

Todos: Anunciamos tu muerte y proclamamos tu Resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!

Lector: Al celebrar este sacramento, proclamamos que el sentido de la vida y de la trascendencia queda desvelado en la muerte y la resurrección de Jesús

Lector: Ayúdanos Señor a mirar la muerte y la trascendencia, mantén viva nuestra fe, nuestra esperanza en otro mundo posible. Acuérdate, Señor, de todos los difuntos que nos han precedido; de nuestros hermanos de comunidad, y de todos nuestros familiares y amigos fallecidos. Ellos han ocupado un sitio entre nosotros, y su memoria y su ejemplo están presenten en la realidad de nuestra comunidad (Silencio seguido de peticiones personales)

Lector: Acuérdate también de los vivos que penan a diario a causa de la injusticia de los hombres. Y con todos ausentes y presentes, brindemos:

Todos: Por Cristo, con El y en El, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Lector: Y sintiéndonos unidos a todos nuestros hermanos y hermanas repartidos por todo el mundo, trayendo a nuestra memoria a los santos que nos rodean,  nos atrevemos a unir nuestras manos y repetir la oración que nos enseñaste: PADRE NUESTRO….

Lector: Démonos la PAZ

Lector: Dichosos nosotros, que hemos sido llamados a la mesa del Señor

Todos: Señor, yo no soy digno…