Celebración de la Reconciliación.                                                            15 de diciembre de 2023.

Introducción/presentación.

Recordamos alguna de las frases  propuestas en  la pasada Asamblea de Pascua; decíamos entonces que somos frágiles, inseguros, limitados, vulnerables; el planeta también lo es. Todos necesitamos cuidados; sin ellos, la vida se escapa, agoniza. Por eso, cuidar es hacer posible la vida, facilitarla y amarla, pues cuidamos lo que amamos y amamos lo que cuidamos. La humanidad debe tener como ser esencial el ser-cuidado.

Practicar la ética y la espiritualidad del cuidado equivale a luchar por la justicia y el derecho, por la compasión y la empatía con la vida.

Hoy os proponemos reflexionar sobre el descuido, reconociendo nuestras acciones y carencias sobre cómo descuidamos.

Hemos elegido unos párrafos de un texto de Adela Cortina Cuidar para sobrevivir: Ética del cuidado y unos versículos del capítulo 15 del Evangelio de Lucas y del capítulo 25 de Mateo.

Lecturas: Extracto del artículo de Adela Cortina.            

Los seres humanos no solo somos egoístas, inteligentes o estúpidos, sino también seres dispuestos a cuidar de nosotros mismos y de otros, el mecanismo de la evolución ha seleccionado la propensión a cuidar como una de las actitudes in-dispensables para mantener la vida y reproducirla y está inscrita en nuestra humanidad. Esta propensión como otras requiere de cultivo para desarrollarse y no quedar frustrada.

Contaba un jefe indígena que en las personas hay dos lobos, el del resentimiento, la mentira y la maldad, y en el otro el de la bondad, la alegría, la misericordia y la esperanza. Le preguntaron, ¿cuál de los dos lobos crees que gane? Y respondió: el que alimentéis. No somos libres de dejar de ser libres. Ninguna propensión se convierte en destino irremediable, su puesta en marcha exige alimentarla, a no ser en casos patológicos; de algún modo hay que contar con la naturaleza heredada, en la que existen resquicios de altruismo, con lo que se alimenta.

La moral del cuidado sirve al niño para sobrevivir y crecer en ese largo período de tiempo en que no puede valerse por sí mismo. Somos seres dependientes del cuidado de los padres y del resto del grupo y no porque hayamos sellado con ellos un pacto voluntariamente, sino “por naturaleza”. La ética del cuidado sirve también a los cuidadores, quienes están biológicamente comprometidos a cuidar de otros, porque experimentan el goce de tenerlos cerca, velar por ellos, cuidar de su bienandanza, vivir la vida de un modo radical en el miedo a su sufrimiento, el gusto del vínculo compartido, la felicidad de sentirles a cubierto de posibles riesgos. No termina aquí el vínculo entre los seres humanos, proteger a los vulnerables que nos están encomendados es una de las claves de la felicidad, el egoísmo individualista es suicida.

Este mundo como lo llevamos pone en peligro la supervivencia de la Tierra. La solución no consiste en causar menos daño usando mejores técnicas, es una cuestión de ética. Se trata de cambiar de actitud, de adoptar voluntariamente la disposición a cuidar. Debemos asumirla porque los seres humanos son parte de la naturaleza. El cuidado no sería entonces una técnica, sino un nuevo paradigma de relación con la naturaleza, la Tierra y los seres humanos.

Una justicia global, necesariamente tiene que traspasar necesariamente las fronteras de los vecindarios cerrados. Recordando la parábola del Buen Samaritano de Lucas 10, 30-37,  en que un hombre (presumiblemente judío) asaltado y golpeado por asaltantes queda tirado en un camino por donde pasan tres hombres, un sacerdote, un levita y un samaritano (enemigo cultural de los otros dos). Los tres con posibilidades de ayudar al necesitado, fue el samaritano el que se hizo prójimo del necesitado, el que tuvo compasión del herido y se aproximó a él. Fue el prójimo, no porque estuviera cerca, sino porque se acercó y cuidó de él. Haciéndolo creó un nuevo vecindario.

Música: El sonido del Silencio (instrumental)

Evangelio 

Lc 10, 30-37

Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle,  y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?  Y cuando la encuentra, la pone sobre sus  hombros;  y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.  Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.

Mt 25, 38-40

¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.

Reflexión compartida.

Reconozco que he estado pocas veces presente en estas celebraciones de la reconciliación, y al preparar este momento, lo primero que se me ha ocurrido es ¿Qué hacemos aquí? ¿Para qué hemos venido? ¿Tiene algo que ver con qué creemos cuando decimos que somos cristianos?

Quizás en mi reflexión, la mayor base me la ha dado la lectura de algunos retazos de la Teología de J Mª Castillo. Sí de la Teología, de la explicación que él hace de Dios y de su humanización a través de Jesús

Dice: “solamente si aceptamos que Jesús fue y es un hombre en el que vemos a Dios, y aceptamos que ese “Dios” trascendente se hizo presente en nuestro mundo mediante la forma de vivir y actuar, de Jesús de Nazaret, solamente así y en eso encontramos a Dios”

Esa forma de vida, la encontramos en el Evangelio, y vemos que está marcada por una profunda espiritualidad, por su constante preocupación por el sufrimiento humano, por el mandamiento nuevo de amar a todos y hacerlo como él lo hace, cuidando del débil.

Yo, siempre he dicho que me cuesta creer en Dios, encontrarle, y esta reflexión (que por otra parte no es nueva, pero sí muchas veces olvidada), me ayuda y me atrae en la medida en que yo sea capaz de humanizarle y encontrarle en los que me necesitan

  • Desde este punto de vista, nuestra propuesta para reflexionar es:
  • ¿A quién hemos descuidado?                                                                                                                                                ¿Hasta dónde me toca, me llega, el sufrimiento humano?                                                                                    ¿Sacrifico mi bienestar para cuidar del que no lo tiene?                                                                                                        ¿Cuido el planeta, la casa de todos?                                                                                                                                      ¿Me cuido yo?

Oración de perdón  Salmo 102

El Señor es compasivo y clemente,

Paciente y misericordioso no  está siempre acusando

Ni guarda rencor perpetuo.

No nos trata como merecen nuestros pecados.

Ni nos paga según nuestras culpas

Como padre siente ternura por sus hijos,

así siente el Señor ternura por sus fieles;

porque él sabe de qué estamos hechos,

se acuerda de que somos barro,

Gesto de reconciliación.

Los  gestos de Reconciliación  están sin lugar a duda asociados  a los cuidados persona-les y colectivos. Es  el conjunto de actitudes para un otro, que se concretan en acciones  que se transforman en lazos de ternura que arropan y  restauran la armonía en las relaciones.

Celebremos juntos  la reconciliación con los cuidados que hemos descuidado, con el gesto fraterno del abrazo que trasmite ternura, cariño y nos arropa para seguir caminan-do  en Comunidad.

En esta ocasión al momento de abrazarnos entregamos al compañero una ropa de abrigo (bufanda) en señal de Cuidado.

Oración final:

  • Felices quienes siguen confiando, a pesar de las circunstancias adversas de la vida.
  • Felices quienes tratan de allanar todos los senderos: odios, marginaciones, discordias, enfrentamientos, injusticias.
  • Felices quienes bajan de sus cielos particulares para ofrecer esperanza y anticipar el futuro, con una sonrisa y con mucha ternura en el corazón.
  • Felices quienes aguardan, contemplan,  escuchan, están pen-dientes de recibir una señal, y cuando llega el momento decisivo dicen: sí,  quiero, adelante, sea,  ¡en marcha!
  • Felices quienes denuncian y anuncian con su propia vida y no con meras palabras.
  • Felices quienes rellenan los baches, abren caminos, abajan las cimas, para que la existencia sea para todos más humana.
  • Felices quienes acarician la rosa, acercan la primavera, regalan su amistad, y reparten ilusión a manos llenas con su ejemplo y sus obras.