El cristiano como sembrador 24 de junio de 2012

Introducción Nuestra sociedad  está preocupada por los resultados, por la eficacia, por la cosecha…En el evangelio se enfatiza el sembrar, repartir la simiente, que puede fructificar o no. Y sembrar con fe y con esperanza. ¿Cómo sembramos nosotros en el actual entorno?

Canto 22, Id y enseñad, pág.  Primera estrofa

Primera lectura texto relacionando el tema con fe y esperanza.

Lectura de José Comblin Del libro “El camino. Ensayo sobre el seguimiento de Jesús”.

La fe cristiana tiene como eje la confianza en que nosotros mismos, los seres humanos, somos capaces de buscar la libertad, la vida y la dignidad. La fe es el descubrimiento, la iluminación que permite descubrir un mundo nuevo, un “yo” nuevo. Jesús reclama que abramos los ojos: lo que parecía no tener sentido ni valor, de repente revela una riqueza escondida. En Jesús cada uno descubre su importancia, su valor, descubre que es rey y sacerdote. Fe es creer en esa transformación, en esa transfiguración, de tal modo que lo que parecía mediocre se revela maravilloso.

La esperanza presente en el mensaje de Jesús lo que pretende es justificar la aspiración profunda por ese mundo nuevo. Una aspiración siempre reprimida porque siempre se encuentra desmentida por la experiencia. Pero lo que hace el discípulo de Jesús es acreditar la posibilidad de ese mundo nuevo, de libertad, fraternidad y justicia, y trabajar para hacerlo posible.

Jesús muestra los lirios del campo, dando a entender que, en lugar de preocuparnos por satisfacer los deseos que nos acechan a diario, es preciso buscar el reino de Dios. Y preocuparse por el reino de Dios es preocuparnos por el ejercicio de nuestra propia libertad y por la libertad de nuestras hermanas y hermanos.

Alternativamente puede utilizarse, todo o parte de este moderno texto (junio 2012) de Pagola, sobre el sembrador.

A Jesús le preocupaba mucho que sus seguidores terminaran un día desalentados al ver que sus esfuerzos por un mundo más humano y dichoso no obtenían el éxito esperado. ¿Olvidarían el reino de Dios? ¿Mantendrían su confianza en el Padre? Lo más importante es que no olviden nunca cómo han de trabajar.

Con ejemplos tomados de la experiencia de los campesinos de Galilea, les anima a trabajar siempre con realismo, con paciencia y con una confianza grande. No es posible abrir caminos al Reino de Dios de cualquier manera. Se tienen que fijar en cómo trabaja él.

Lo primero que han de saber es que su tarea es sembrar, no cosechar. No vivirán pendientes de los resultados. No les han de preocupar la eficacia ni el éxito inmediato. Su atención se centrará en sembrar bien el Evangelio. Los colaboradores de Jesús han de ser sembradores. Nada más.

Después de siglos de expansión religiosa y gran poder social, los cristianos hemos de recuperar en la Iglesia el gesto humilde del sembrador. Olvidar la lógica del cosechador que sale siempre a recoger frutos y entrar en la lógica paciente del que siembra un futuro mejor.

Los comienzos de toda siembra siempre son humildes. Más todavía si se trata de sembrar el Proyecto de Dios en el ser humano. La fuerza del Evangelio no es nunca algo espectacular o clamoroso. Según Jesús, es como sembrar algo tan pequeño e insignificante como «un grano de mostaza» que germina secretamente en el corazón de las personas.

Por eso, el Evangelio solo se puede sembrar con fe. Es lo que Jesús quiere hacerles ver con sus pequeñas parábolas. El Proyecto de Dios de hacer un mundo más humano lleva dentro una fuerza salvadora y transformadora que ya no depende del sembrador. Cuando la Buena Noticia de ese Dios penetra en una persona o en un grupo humano, allí comienza a crecer algo que a nosotros nos desborda.

En la Iglesia no sabemos en estos momentos cómo actuar en esta situación nueva e inédita, en medio de una sociedad cada vez más indiferente a dogmas religiosos y códigos morales. Nadie tiene la receta. Nadie sabe exactamente lo que hay que hacer. Lo que necesitamos es buscar caminos nuevos con la humildad y la confianza de Jesús.

Tarde o temprano, los cristianos sentiremos la necesidad de volver a lo esencial. Descubriremos que solo la fuerza de Jesús puede regenerar la fe en la sociedad descristianizada de nuestros días. Entonces aprenderemos a sembrar con humildad el Evangelio como inicio de una fe renovada, no transmitida por nuestros esfuerzos pastorales, sino engendrada por él.          José Antonio Pagola

Segunda lectura El sembrador: Mateo 13, 1 al 9 o bien Marcos 4, 26-34  Pendiente

Canto 22: Id y enseñad, pág.  2ª estrofa

Introducción al coloquio: ¿Creemos que hay que sembrar?, ¿Qué significa hoy sembrar?, ¿Cómo lo estamos haciendo?, ¿Nos paralizamos si no vemos frutos concretos?

Ofrendas:

  • Espigas como expresión  del proceso de preparar la tierra, cultivar, cosechar…y comer todos
  • Hoja en relación con el canal de Isabel II Movimientos sociales
  • Ofrenda sobre búsqueda de información y participación-Asamblea Universal del pueblo cristiano
  • Pan y vino

Canto 22. Id y enseñad pág. 3ª estrofa

Mesa. Sabemos, Señor, que debemos agradecerte cada día el maravilloso milagro cotidiano de tu creación.

Coro 1. Gracias, Padre, porque nos has creado y nos sostienes, gracias por ser nuestro manantial inagotable de vida.

Coro 2. Señor, en la época de recoger la cosecha, te damos gracias por la etapa que termina. Hoy, día de San Juan el Bautista, es la época del año en la que, acabada la recolección, celebramos la llegada del descanso. Sin embargo, la figura de Juan es de precursor, de sembrador, antes que de recolector de los frutos del trabajo.

Coro 1. Nuestra vida transcurre en un continuo sembrar, cuidar y recoger los frutos de nuestro esfuerzo en la construcción de un mundo mejor. Desde el inicio de la creación quisiste integrar al hombre en el desarrollo de tu obra creadora pues lo pusiste en el jardín de Edén para que lo cultivase y guardase.

Coro 2. A Jesús le preocupaba que sus seguidores, nosotros, termináramos un día desalentados al ver que los esfuerzos por un mundo más humano y dichoso no obtienen el éxito esperado.

Coro 1. Siempre nos has animado a trabajar con realismo, con paciencia y con una confianza grande. No es posible abrir caminos al Reino de Dios de cualquier manera. Siempre debemos volver nuestra mirada al ejemplo de tu vida y a tu sacrificio desinteresado por nosotros.

Coro 2. Hemos de pedir perdón. Porque aunque sabemos que nuestra tarea primordial es sembrar, no cosechar, de alguna manera vivimos pendientes de los resultados. Nos preocupa la eficacia y el éxito inmediato. Porque nuestra atención debe centrarse en sembrar bien el Evangelio. Los colaboradores de Jesús hemos de ser sembradores.

Coro 1. Después de siglos de expansión religiosa y gran poder social, los cristianos hemos de recuperar en la Iglesia el gesto humilde del sembrador. Olvidar la lógica del cosechero que sale siempre a recoger frutos y entrar en la lógica paciente del que siembra un futuro mejor.

Mesa. Nos sale de dentro proclamar tu bondad y junto con todos los hombres y mujeres de buena fe, cantar en tu honor este himno de alabanza

Todos. Santo, santo…

Mesa. Y de modo especial, sentimos que debemos darte gracias, Padre, por cuanto ha hecho por nosotros tu hijo Jesús, que nos enseñó que la más importante recolección fue la que compartió con sus amigos cuando, en la noche que iba a sacrificarse por nosotros, tomó pan y tras bendecirlo y repartirlo entre sus amigos les dijo:

Todos. Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros.

Mesa. Después tomó el cáliz con el vino primero de la cosecha; te dio gracias, y lo compartió diciendo:

Todos. Tomad y bebed todos de él, porque este es el Cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por todos para el perdón de los pecados.

Haced esto en recuerdo mío.

Mesa: Acepta, nuestros deseos de justicia y nuestro compromiso con los necesitados. Danos la capacidad de escuchar el clamor de las víctimas.

Coro 2. En este año, estamos celebrando los veinticinco años del éxodo vivificante de nuestra comunidad, que con sus luces y sombras reconocemos ha hecho renacer nuestra capacidad y disposición a la tarea de sembrar y trabajar por un futuro mejor.

Coro 1. Traemos a la mesa la vida y el ejemplo de nuestro obispo Pedro. También el ejemplo de los comuneros que han seguido otros caminos y de aquellos de los que nos queda la transcendencia de su recuerdo.  (Silencio y recuerdo personal)

Mesa. Con todos ellos, y con la alegría renovada de nuestro compromiso, levantamos nuestra copa y brindamos:

Todos. Por Cristo, por él, con él, y en él, a ti Dios padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Mesa. Y con las manos unidas oramos con la oración del sembrador que tú nos enseñaste:

Padre Nuestro

Nos damos la Paz

Comunión Música

Acción de gracias

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