DOCUMENTO 1. EL COMPROMISO DE LA SOLIDARIDAD
1.- Antecedentes.-
Si analizamos la historia de nuestra Comunidad, la preocupación por compartir bienes ha sido una constante que ha ido tomando diferentes formas y contenidos en la medida en que la Comunidad ha ido creciendo y madurando en la Fe. La asunción por la comunidad de diversos proyectos de apoyo no es una experiencia nueva sino que arranca en los tiempos de la Parroquia Comunidad.
Aparece como una de las experiencias más interesantes de la comunidad STA que desde la Comisión Económica, va evolucionando hasta la llamada Co-municación de Bienes, marcando una línea de compromiso que aun hoy continúa de algún modo en la Comunidad.
Al principio se compartía algo para ayudar a los comuneros en apuros. Al-gunos años después, y viendo que las necesidades y las personas en apuros se multiplicaban, se empezó a pensar en cómo hacer nuestra ayuda más efectiva, dándola a instituciones que podrían utilizarla de manera más eficiente (Caritas, por ejemplo).
El siguiente paso fue pensar en la posibilidad de cambiar la ayuda asis-tencial por otra que fuese algo más allá, que incidiera en la mejora de las condi-ciones de vida de los más desfavorecidos: en su educación, en sus posibilidades para hacerse con alimentos, con agua, etc. Así surgieron los proyectos y con ellos se ayudó a montar dispensarios, depósitos de agua, escuelas, etc.
Así, tres rasgos se fueron configurando en el proceso desde los compromi-sos meramente asistenciales a la solidaridad con perspectiva comunitaria:
• La cercanía a los proyectos que a partir de la evaluación del momento que estaba atravesando el proyecto, se recababa información, aportando solu-ciones a los nuevos problemas, sugiriendo nuevos detalles que los enri-quecían.
• La profundización en los objetivos. La necesidad de una mayor informa-ción daba un mayor sentido a la praxis que a la vez, era completada con una profundización teórica.
• La complicidad de toda la Comunidad. Como pasa en tantos otros aspec-tos de la vida, los sueños vividos con intensidad causan adhesión. La pre-sentación frecuente de la experiencia en las eucaristías comunitarias fue ganando adeptos hasta llegar a convertirse en praxis de toda la comuni-dad.
2.- Analizando la situación actual.-
Sin precisar exactamente las causas y achacándolo, en un análisis simplis-ta, a la evolución de todo proyecto humano, lo cierto es que en los últimos años se ha producido un desapego de algunos miembros de la comunidad hacia los proyectos que eran presentados por otras personas o grupos y, en algún caso, ciertas disensiones. Es momento de hacer un análisis.
Nos encontramos con las siguientes situaciones:
• Disensiones personales entre miembros de la comunidad ante algunos proyectos.
• Distintas percepciones (ideológicas, políticas ) que puede haber sobre cualquier proyecto . Algunas se hacen explicitas, otras quedan ocultas. Es importante tomar conciencia de que todo proyecto tiene una dimen-sión política: incluso la mera opción por “la caridad cristiana” no deja de ser una posición política. La opción por los pobres es ya un com-promiso político. En algunos proyectos al contactar con personas que viven el evangelio de forma encarnada como lucha por la verdad y la justicia, no se puede simplificar reduciéndolo a que es un proyecto par-tidista.
• En el caso de proyectos asistenciales hay una opción política implícita de paliar las necesidades de la gente como mera caridad que puede obedecer a diferentes causas. Son dos posiciones políticas que podríamos analizar a la luz de lo que hemos estado reflexionando en el taller sobre los textos de Diez Alegría.
• La coexistencia de proyectos en los que hay compromiso de miembros de la comunidad y seguimiento, con otros que no es más que una do-nación a una ong para que la gestionen, sin más participación de la comunidad. Son dos maneras diferentes de situarse que merece la pena valorar.
• Otra causa de la situación actual es una insuficiente información de la Comunidad sobre los proyectos, lo que dificulta su necesaria implica-ción y consecuentemente una toma de decisiones poco fundamenta-das.
La opción aséptica de aceptar los proyectos que se presentan atendiendo a su eje-cución formal, nos lleva a preguntarnos ¿es que la comunidad es mera adminis-tradora?
Estos son algunos aspectos del análisis. Puede haber otros que no han aflo-rado y que tengan entidad para ser abordados y ayudarnos a profundizar en bus-car soluciones.
Hay una sugerencia de uno de los grupos de reflexión de que la Comunidad haga una reflexión a fondo (semejante a la que hizo la comisión que preparó es-te documento) que ayude a clarificar las diferentes percepciones e interpretacio-nes que hay detrás de estas discrepancias.
3.- Profundizando en la solidaridad a través de los proyectos.-
La Comisión por encargo del Consejo ofreció a la Comunidad en un pri-mer documento unas reflexiones que se trabajaron en los grupos posteriormente, y que enriquecidas por las aportaciones de los grupos se pueden concretar en los siguientes puntos. Pensamos que la Comunidad debería seguir profundizando:
• Nuestros proyectos nacen de la exigencia ética-cristiana de la comunica-ción de bienes (Koinonia:Ver el material del Taller I de este año) que se basa en lo que los primeros cristianos y algunos santos padres decían so-bre la propiedad privada. No hay nada nuestro mientras haya alguien que carece de lo necesario.
• Vivimos en un mundo radicalmente injusto que debemos tratar de cam-biar mediante nuestro compromiso para cambiar las estructuras. Somos conscientes de que la pobreza y las desigualdades en el mundo exigen un cambio profundo de la sociedad, de los valores, de las estructuras; cada cual va optando por las mediaciones que le parecen más oportunas para lograr ese cambio estructural.
• Como comunidad cristiana podemos avanzar juntos en el proceso que hemos iniciado de compartir lo que tenemos. Nosotros actualmente esta-mos en el primer mundo que mantiene unas condiciones de vida privile-giadas ante la mayoría de la población de nuestra tierra. La desigualdad y la injusticia está instaurada en el sistema y las soluciones actuales no solo son insuficientes sino que crecen de forma alarmante. Tenemos que dejar-nos interpelar, aligerar nuestro equipaje y ponerlo a disposición de los que carecen.
• La comunidad debe incorporar criterios de ética y de misericordia, así co-mo perfilar más lo que se entiende por proyectos que incidan en cambios estructurales desde principios de justicia y opción preferente por los po-bres compartidos por todos.
• Creemos que dar dinero no es lo más importante y que la comunicación de bienes ha de plantearse con otra mirada: los otros, los que sufren, los po-bres, nos evangelizan, nos hacen mejores, nos convierten. Por eso los pro-yectos, vividos en la cercanía de la gente a la que pretendemos ayudar, nos servirán a todos nosotros para crecer.
• La relación de la Comunidad en los proyectos que avala, no debe ser nun-ca de “nosotros os damos dinero” “vosotros lo recibís y lo administráis”, sino de un mayor acercamiento e implicación con las personas que des-arrollan el proyecto, que lo gestionan, con las personas y los objetivos a los que sirve, de manera que así, en el contacto cercano con los que su-fren, ellos nos aportarán la posibilidad de crecer como personas, de con-vertirnos. La comunicación va en dos direcciones. Nosotros tenemos algo: dinero, cultura, habilidades, etc. que pueden ser utilísimas en algunos si-tios, pero también el compartir con los pobres, con las víctimas es una oportunidad de cambio que nos permite descubrir lo mejor de nosotros y nos convierte en seres humanos. La relación será pues entre “iguales” en la medida en que nosotros seamos capaces de identificarnos con los obje-tivos de los proyectos, será una relación de fraternidad. Es esencial apre-hender y asumir la relación de igualdad entre los que están a uno y otro lado de cada proyecto, saber introducirse en la piel del otro y aprender a sentir como él. Es una condición esencial de la solidaridad.
• Deberíamos evitar, por tanto, en la elección de los proyectos aplicar otro tipo de criterios que no tengan que ver con este planteamiento de fondo.
Los proyectos deberían ser transformadores de las personas: de los que reciben y de los que dan.
• Para canalizar algunas de estas premisas es necesario que los grupos de comuneros (de un mismo grupo de reflexión o no) que proponen y hacen seguimiento de un proyecto, se impliquen también en lograr el acerca-miento a la realidad de los beneficiarios y a que la comunidad pueda co-nocer, implicarse y beneficiarse de ese encuentro con aquellas comunida-des. Debe exigirse una mayor implicación de estos grupos en los proyec-tos que proponen y siguen y, como consecuencia, que la implicación del conjunto de la Comunidad sea mayor.
• La heterogeneidad de la comunidad nos debe llevar a estar abiertos y ser respetuosos con las diferentes propuestas siempre que respondan a los cri-terios asumidos por la comunidad. Saber conjugar el respeto y la exigencia es un reto al que no deberíamos renunciar.