Celebración  7º domingo del confinamiento 3 mayo 2020

1-Saludo y presentación:

“Del aislamiento a la solidaridad”

Desde los tiempos conocidos (y también los desconocidos) la Humanidad ha sufrido innumerables pandemias; desde las plagas de Egipto hasta el coronavirus, pasando por pestes, viruelas y diversos nombres de gripes, españolas, aviares y Sars. Y siguen existiendo las que, como no nos afectan, pasamos de largo: ébola, malaria, etc.

Hasta el siglo pasado la solución iba desde las rogativas y penitencias hasta el  aislamiento de poblaciones enteras, llegando al exterminio total por la fuerza de las poblaciones y sus posesiones.

El aislamiento, casi individual, parece que ahora es la única solución hasta que el diseño de una vacuna y el desarrollo de productos, eliminen o aminoren el daño del virus.

Lo que sí parece claro es que terminada la crisis sanitaria tocará resolver la crisis laboral, social y económica que aquella ha producido: asusta pensar lo que el sistema empieza a definir como la “nueva normalidad”.

Los cristianos en el 1º de Mayo deberíamos celebrar, en futuro, cómo la salida del aislamiento debe conducirnos al refuerzo de la solidaridad, de la compasión, (pasión con) de la lucha contra la exclusión y del encuentro con los pobres, que en definitiva son los que, como siempre, peor parados van a salir.

Se están intuyendo nuevas formas de trabajo y por ello de relaciones laborales.

Nuestra situación de jubilados, y jubilados que nos decimos cristianos, no debe impedirnos la participación en la reflexión, búsqueda y celebración para que esas nuevas relaciones no abunden en el aumento de la precariedad y de la desigualdad: los cuidados, la defensa de la tierra, el trabajo solidario debe primar en esa “nueva normalidad”.

Porque siempre, y más en estos momentos, la celebración eucarística debe contemplar los aspectos utópicos de la construcción del Reino, impregnando en lo posible la “nueva normalidad”.

2-Lecturas:

Primera: Leonardo Boff: Cómo cuidar de sí y de los demás

Tenemos que cuidarnos personalmente y cuidar a los demás, para que podamos salvarnos juntos. Aquí no valen los valores de la cultura del capital, no la competencia sino la cooperación, no la ganancia sino la vida, no la riqueza de unos pocos y la pobreza de las grandes mayorías, no la devastación de la naturaleza sino su cuidado. Estamos en el mismo barco y sentimos que somos seres que dependemos unos de otros. Aquí todos somos iguales y con el mismo destino feliz o trágico.

Conclusión: El cuidado es todo, pues sin él, ninguno de nosotros existiría. Quien cuida ama, quien ama cuida. Cuidémonos los unos a los otros, particularmente en estos momentos dramáticos de nuestras vidas, pues ellas corren peligro y pueden afectar el futuro de la vida y de la humanidad sobre este pequeño planeta que es la única Casa Común que tenemos.

Segunda: Parábola del samaritano Lc 10, 30-37

– Y ¿quién es mi prójimo?

Tomando pie de la pregunta, dijo Jesús:

– Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y lo asaltaron unos bandidos; lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon dejándolo medio muerto.

Coincidió que bajaba un sacerdote por aquel camino; al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Lo mismo hizo un clérigo que llegó a aquel sitio; al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba el hombre y, al verlo, se conmovió, se acercó a él y le vendó las heridas echándoles aceite y vino; luego lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó.

Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: «Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta».

¿Qué te parece? ¿Cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos?

El jurista contestó:

– El que tuvo compasión de él.

Jesús le dijo:

– Pues anda, haz tú lo mismo.

La primera comunidad cristiana Hc 4, 32-35

La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos.

Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía.

No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta, y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad.

3-Reflexión comunitaria

Rompiendo ya el aislamiento e iniciando la desescalada, con la seguridad de que el cuidado es la única forma de mantener la vida, podemos hacernos las siguientes preguntas:

* ¿Qué está en nuestras manos hacer para hacernos prójimos de tantas situaciones de vulnerabilidad como vamos a encontrar en esta salida?

* ¿Qué nos inspira el evangelio del samaritano y, sobre todo, esa utopía que se refleja de la primera comunidad de Jerusalén?

4-Ofertorio:

  • Ofrecemos el Comunicado Pastoral del trabajo de la Arquidiócesis de Madrid que respira el espíritu del Papa Francisco en el que le leemos frases como estas:

“Salir de la crisis no puede ser “volver a la normalidad”. Sobre todo cuando la normalidad era excluyente, individualista y competitiva”                                        .

“Es imprescindible implantar una renta mínima vital que asegure a individuos y familias la dignidad, en la línea de lo afirmado por el Papa Francisco”

  • Planta de la comunidad, que pese al confinamiento ha renacido con el cuidado
  • Pan y vino:

5-Consagración:

Reunidos en nombre de Jesús, repetimos los gestos que hizo cuando reunido con sus discípulos y seguidoras más fieles, tomó el pan, lo partió y dijo:

TODOS: “Tomad y comed todos de él porque este es mi cuerpo, que será entregado por vosotros”

Del mismo modo tomó la copa, la bendijo y la repartió diciendo:

TODOS: “Tomad y bebed todos de ella porque esta es mi sangre que será derramada por todo el género humano”. Haced esto en memoria mía

Este es el sacramento de nuestra fe

TODOS: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven Señor Jesús!

6-Padrenuestro y paz

7-Comunión

8-Acción de gracias.

Gracias Jesús por tu venida, porque con tu presencia entre nosotros fuiste capaz de cambiar la mentalidad de un pequeño grupo de mujeres y hombres analfabetos, germen de un “nuevo ser humano” que viva de otra manera en este mundo y que anuncie una “buena nueva” sobre todo para los que peor lo pasan.

A través de ellas y ellos, nos enseñaste a sentirnos más humanos y más “próximos”, a cuidarnos unos de otros como en las primeras comunidades que compartían sus bienes, el pan y la palabra; a no dejar a nadie tirado en la cuneta aunque fuera un “samaritano” y a pensar que de esta pandemia debemos salir, de la mano, todas y todos juntos.

Te prometemos abrir puertas y ventanas, como ellos hicieron, para mirar más allá y unirnos a las organizaciones y movimientos sociales que viven y anuncian tu “buena nueva”. Que así sea.