“Juntos construyendo caminos de Esperanza”

ANÁFORA del 4 de Octubre de 2015

E1.- Nos reunimos hoy aquí reconociendo nuestras imperfecciones y carencias. Somos pasajeros en una montaña rusa llena de subidas y bajadas: esperamos y desesperamos con la misma intensidad, vivimos una continua contradicción entre el fracaso y la utopía. Por ello queremos empezar reconociendo nuestros errores, miedos y apatías.

E2.- Sin embargo en ti, Padre/Madre en una humanidad sufriente, encontramos la fuerza de la Esperanza. Como el ciego de Jericó, en medio de las tinieblas de un mundo demasiado cruel e individualista, sentimos tus palabras de apoyo: “Ánimo, levántate, te estoy llamando”.

Todos.- Te damos gracias por hacerte presente en medio de la oscuridad, por enviar un soplo de Espíritu liberador que agita la rutina y la pasividad en la que vivimos instalados. Gracias por la Comunidad, que junta y a pesar de todas sus contradicciones, es capaz de iniciar caminos de liberación.

E3.- Con los profetas de nuestra era, reconocemos que nosotros debemos ser Iglesia liberadora, no templo vacío y trasparente al dolor que nos rodea. Somos comunidad portadora de mensajes y acción de Esperanza. No estamos solos: trabajamos en rede con otras comunidades, asociaciones, grupos vecinales… Como decía monseñor Proaño: trabajamos con las dos manos para hacer la misma cosa. La comunidad cristiana es una mano, la otra la sociedad en la que vivimos. El objetivo: venga a nosotros tu Reino.

Todos.- Te pedimos que seamos capaces de seguir caminando juntos como Comunidad y también junto a todas las personas que luchan por un mundo nuevo, sin sectarismos ni complejos. Oramos y trabajamos por un modelo económico que se base en el bien común y no en los privilegios de unos pocos; por un sistema que no devaste el planeta y que acabe con la exclusión y marginación de una gran parte de la población mundial.

E4.- Nos atrevemos a cantar porque Tu Palabra nos da fuerza y valor para seguir tratando de construir Tu Reino. Porque queremos vivir en una tierra libre del hambre y la violencia que genera la avaricia, de la destrucción por las guerras, de los desplazados que vagan por la calles de la Europa rica y egoísta. Por todo ello cantamos tu acompañamiento:


TODOS:SANTO, SANTO, SANTO, SANTO, SANTO, SANTO ES NUESTRO DIOS.
SEÑOR DE TODA LA HISTORIA, SANTO, SANTO ES NUESTRO DIOS.

Que acompaña a nuestro pueblo, que vive en nuestras luchas, del universo entero el único Señor.
Benditos los que en su nombre el Evangelio anuncian, la buena y gran noticia de la liberación.
SANTO, SANTO, SANTO, SANTO, SANTO, SANTO ES NUESTRO DIOS…

 

E5.- En pocos días tendremos nuestra Asamblea, en la que tenemos que hacer un esfuerzo de participación y de compresión hacia las posturas que nos sean más distantes. Sólo juntos podremos avanzar. Traemos también a esta mesa la reunión de Redes Cristianas, cuya asamblea con el lema Juntos para Cambiar debe también animarnos.

E6.- Compartir el pan y el vino no puede convertirse nunca en una fórmula gastada. Es la renovación de un compromiso que exige compartir todo nuestro ser. Nada es mío o tuyo: todo es nuestro.

TODOS: «Por eso, repetimos el gesto de aquella noche en que tomaste un trozo de pan y lo repartiste entre todos diciendo “Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros».

E6.- Compartir el pan y el vino es sinónimo de compartir vida, de sellar una alianza con la Humanidad doliente, con los hambrientos y desterrados con los que están solos o enfermos. Todas las personas caben alrededor de esta mesa, y por eso

TODOS: Tomamos el cáliz lleno de la sangre del sufrimiento humano y la Esperanza en un nuevo Reino. Nos atrevemos a beber de él, porque sabemos que es la copa de la alianza nueva y eterna que se derrama por toda la Humanidad para liberarnos de nuestros pecados. Levantamos la copa recordando la entrega de Jesús. ¡Sigue caminando con nosotros!

E1.– Celebramos este encuentro y salimos reforzados en nuestra responsabilidad de saber que al que nos pide se le da, al que busca se le ayuda a encontrar, y que al que llama a nuestra puerta le abrimos. Porque una fe aislada y solitaria es el grano que muere en tierra estéril.

TODOS: Necesitamos la compañía, el apoyo, la crítica de todos los que caminan a nuestro lado. No estamos solos, “Él va delante de vosotros camino a Galilea”. Te pedimos que nos guíes camino de la Galilea moderna, que seamos capaces de oír el grito desesperado de los olvidados, porque este es el sacramento de nuestra fe: Anunciamos tu muerte y proclamamos tu victoria sobre las tinieblas.

.- Unimos nuestras manos y voces para repetir la oración que Tú nos enseñaste. Esta oración resume todo el mensaje de Jesús: Dios y su Reino, el ser humano y sus necesidades. Miramos en dos direcciones: hacia al cielo y hacia la tierra; hacia el Padre y hacia el pan.

Padre nuestro que estás en la tierra, enredado con  nuestros desvelos hoy tu nombre nos sabe a justicia, nos sabe a esperanza y a gloria tu Reino

PADRE NUESTRO, PADRE NUESTRO,NO ERES DIOS QUE SE QUEDA EN SU CIELO TU ALIENTAS A LOS QUE LUCHAN PARA QUE LLEGUE TU REINO

Padre nuestro que estás en la calle, entre el tráfico, el ruido y los nervios, que se cumpla, Señor, tu palabra, lo mismo en la tierra que arriba en el cielo

PADRE NUESTRO, PADRE NUESTRO….

Padre nuestro que sudas a diario en la piel del que arranca el sustento, que a ninguno nos falte el trabajo, que el pan es más pan cuando ha habido el esfuerzo

PADRE NUESTRO, PADRE NUESTRO,…

Padre nuestro que no guardas nunca contra nadie venganzas, desprecios, que te olvidas de ofensas y agravios y pides que todos también perdonemos

PADRE NUESTRO, PADRE NUESTRO…

TODOS: Solamente podremos decir amén si somos capaces de unir el Padre con el pan. Anunciamos a un Dios bueno porque es Padre querido que tiene un proyecto de total liberación y, al mismo tiempo, construimos colectivamente el pan como medio de vida para todos. Así sea.

Antes de compartir este pan y este vino, queremos dar y recibir Paz; pedir perdón por lo que nuestra acción u omisión. De nada sirve dejar nuestra ofrenda en esta mesa si no estamos reconciliados con nuestro prójimo. Nos damos un abrazo fraternal en el que envolvemos a presentes y ausentes.