Vínculo social bajo individualismo neoliberal

Evaristo Villar

Yo tengo para mí que la comunidad es un organismo vivo cuya identidad social supera misteriosamente la suma de los mismos individuos que la formamos. ¿Cómo?

1. Hay un principio de socialización místico-teológico, muy poco tenido en cuenta entre los cristianos, que puede apoyar esta hipótesis. Se trata del enunciado en Mt 18, 20: “donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy en medio de ellos”. Leído así, materialmente, nos llevaría a esta conclusión: cuando se cumplen las condiciones señaladas en el principio, es decir, cuando nos reunimos dos o más en nombre de Jesús, se genera siempre y de forma misteriosa un tercero. (evidente que esto solo Dios sabe cómo, yo no, pero me resulta fiable lo que dice Jesús por Mateo). Lo que, en última instancia, significa que la reunión en esas condiciones es ventajosa para los que nos reunimos porque nos acrecienta no solo la cantidad, sino, y sobre todo en este caso, la calidad de los reunidos/as.

 

2. Marx, que tuvo unas raíces culturales judeo-cristianas, (y que, teóricamente al menos pudo inspirarse en ellas) nos acercó, en sus elucubraciones sobre el plusvalor del capital, a un fenómeno análogo que se da en el mundo de la producción capitalista. Según él, el capital tiene una tendencia intrínseca a acrecentar el plusvalor, y esto lo consigue, amén de otros trucos, acortando el trabajo socialmente empleado en la producción de las mercancías. Esto resulta claro. Pero es que, además, para conseguir ese incremento, el capital cuenta, además de otras formas que no vienen ahora al caso, con el fenómeno social de la cooperación. Por este medio, por la cooperación, además de agrupar a los productores (en el mismo tiempo y en el mismo espacio, bajo una dirección única y un plan preciso —lo que supone su aspecto cuantitativo—, del hecho de la cooperación surge un aspecto cualitativo nuevo, un plus que es superior a la misma suma de las propias individualidades. En el siguiente ejemplo aparece más claro:  lo estamos viendo a diario, sin ir más lejos en cualquier competición deportiva entre grupos: el éxito o fracaso de un equipo no depende solo ni exclusivamente de las habilidades individuales de cada jugador. Hay algo más, eso que nace misteriosamente cuando las individualidades se ponen a colaborar al mismo tiempo, en el mismo lugar, con el mismo sistema, etc. Entonces nace un plus que puede llevar a ese equipo al éxito.

3 Si en nuestra forma de ser cristiano/a hemos optado por hacerlo en comunidad, en sociedad con otros/as, esto está ya enunciando al menos estas tres cosas: Primera, que, para nosotros/as mismos, esta es, entre otras, la forma que mejor responde a nuestras búsquedas e inquietudes místico-teológicas; segunda, que es también la forma que mejor visualiza ante la sociedad un proyecto de sociedad alternativa haciendo presentes los valores del Reino de Dios. Y, en tercer lugar, esta forma social es la que ofrece el mejor marco para la cooperación que, por el mero hecho de darse, ya genera ese plus o “presencia misteriosa” (“estoy en medio de vosotros”) que acrecienta y multiplica los valores sociales.